
Por Diego Biscioni y Victoria Primante
Existen postulados de organizaciones como la UNESCO, referidos a la capacitación de estudiantes y profesionales, no sólo relacionados con el sector de la salud, sino también aquellos orientados a otras áreas -como el ambiente, la economía y la política- que brindan la posibilidad de una intervención, a fin de inhibir la desigualdad. En este sentido, el conocimiento de la Bioética acompaña la puesta en práctica de la defensa de los DDHH, amplía la conciencia moral de las y los profesionales y usuarias/os, a la vez que entrena en la dinámica del fortalecimiento institucional, en los puntos de encuentro entre comunidad y Estado, y la comprensión de cada grupo marginado (infantes, mujeres, migrantes, LGBTTIQ+, entre otros).
Desde esa mirada ética, si la salud es un derecho de la persona -es decir, del ser humano- tomado como una situación jurídica subjetiva, la pobreza o la asistencia de la enfermedad no podrían representar excusas para incumplir con la responsabilidad sobre la vida. La obtención de los elementos para el cuidado de la salud se convierte –entonces- en un derecho subjetivo. Desde este enfoque, la falta de cumplimiento en el deber se corresponde con una responsabilidad del Estado y ya no de la persona (en general, la persona pobre, es decir, aquella carente de recursos materiales y/o poder de acceso a ellos), por lo que se trata del reconocimiento estatal de un derecho a la salud inherente a la persona humana.
Por otro lado, la salud tiene un componente individual y un componente social al considerar la existencia de factores que pueden favorecerla, así como otros que pueden afectarla. En Latinoamérica, los problemas sociales, económicos y políticos han transformado las relaciones humanas y sociales: grupos que se encontraban invisibilizados han manifestado las desigualdades (de género, étnicas, la pobreza; la falta de vivienda, educación, trabajo, etc.) y la necesidad de protección de la salud.
El derecho a la salud se distingue de acuerdo al grado de desarrollo que la administración estatal haya logrado efectuar. La salud es un bien social y cultural. Organizaciones internacionales y regionales -tales como la OMS, la Asociación Médica Mundial (AMM) y la Organización Panamericana para la Salud (OPS)- se han ocupado deficientemente de la salud, por lo que la situación sanitaria de gran parte del mundo sigue siendo gravemente insatisfactoria.
América Latina, África y Asia encuentran amplias diferencias en cuestiones de atención de la salud con respecto a los países desarrollados. Persisten grandes diferencias entre los medios y la calidad de la atención en salud de instituciones públicas y privadas. No sólo nos afectan las pandemias, sino también los procesos de privatización propios del achique del Estado neoliberal y el aumento de la oferta privada con una relación de eficiencia/costo-beneficio que acarrea desigualdad en la atención profesional. De todo ello, la Bioética Latinoamericana encuentra su fortaleza en la reflexión crítica y la organización de espacios propositivos, de politización y antihegemónicos.
Septiembre 2020 | Edición #87