200 años de ocultamientos

Una muestra de ilustraciones y textos titulada “200 años de Monstruos y Maravillas argentinas” podrá verse en la UNDAV como parte de los festejos por el Bicentenario de la Independencia. No es “una producción mansa y obediente”, advierte la docente Carolina Muzi.

Por Carolina Muzi | Docente de los departamentos de Ciencias Sociales y Arquitectura, Diseño y Urbanismo UNDAV.

Al borde del Bicentenario de la Independencia, resulta válido preguntarse qué es lo conveniente de una producción realizada desde tres escenarios (la literatura, la ilustración y el diseño) en torno a la inconveniencia de las élites. Teniendo en mente que “la construcción histórica está consagrada a la memoria de los que no tienen nombre” y que la palabra monstruo tiene la misma raíz que demostrar, es decir que los monstruos significan, la respuesta podría ser que la validez está en desenfundar aquello que ha ocultado la historia escrita por ¿ganadores?

De eso se trata “200 años de Monstruos y Maravillas argentinas”, una joya editorial concebida de modo triádico: la recopilación de textos recónditos y el prólogo son del historiador y cantautor Gabo Ferro, con ilustraciones magníficas de Christian Montenegro e impecable puesta de diseño y tipografía de Laura Varsky. Publicado en formato libro de divulgación por Beatriz Viterbo Editora, a su vez y bajo el mismo nombre, circula la muestra de las ilustraciones y los textos, que se podrán ver en la UNDAV como parte de los festejos por el Bicentenario de la Independencia.

Según cuenta Gabo Ferro, hace más de 5 años y con casi 10 de producción de archivo, el trabajo surgió “como reacción a la narración histórica de siempre –de la corriente historiográfica que sea– enfocada en su mayoría en el héroe iluminado, intachable y definitivo con nombre y apellido como constructor de la historia argentina. Esta perspectiva desestima los colectivos inconvenientes para ciertas élites: los sujetos colectivos históricos notables pero para esconder debajo de la alfombra historiográfica”.

En una tarea de investigación minuciosa, Gabo hurgó en documentos literarios y periodísticos para la confección de esta mitología autóctona, de este bestiario argentino original que, según el propio autor, se propone ser “un manual híbrido, mestizo, bestial, un hecho creativo gráfico y literario”. Así, la construcción de la figura del “otro” en la historia argentina (siempre definido desde la elite al poder -de hacer-decir y también al de divulgar eso que dice hasta imponerlo) se realiza desde un documento literario (un texto correspondiente a la época o al momento en que se definía y plasmaba a ese “otro”) con un retrato / ilustración que, a modo de estampa en blanco, negro y cian, pone en pista a los ausentes del relato oficial.

Desde las multitudes rurales del litoral, a los negros, los anfibios, el guarango, el onanista, el tatuado, el anarquista, el alcoholista, los internados, las muchachas peronistas, el gorila o el desaparecido (según las omisiones en los imaginarios dominantes de cada época), la selección de documentos literarios que remiten a aquellos sujetos inconvenientes son textos que comparten un recurso en su lenguaje: “El uso de metáforas articuladas para la manifestación de la diferencia, de su otredad, en términos de monstruosidad y anormalidad”, explica Ferro, para luego comentar que se evitaron las fuentes más célebres (tipo el gaucho malo definido por Sarmiento, el inmigrante amorfo de Ramos Mejía, o los delincuentes precoces expuestos en las crónicas de La Prensa o la Nación, etc).

“Hasta el sacudón en el cual ingresaron las ciencias sociales en la década de 1970 la Historia –en general– sólo podía contarse basada en documentos literarios no ficcionales con firma de autor, narrativas portadoras de un discurso pensado para ser leído por los pares y por la posteridad. De este modo, el escritor singular o colectivo de esta historia no sólo se construía a sí mismo sino al otro excluido, conformándose así un elenco de fuentes autorizadas y de sujetos salvados, estigmatizados o desconsiderados para la historia oficial”, indica Ferro.

Así, desde doscientos años atrás hasta entrado el siglo XX salen a la luz los anónimos de la patria más o menos cercanos a las pasiones contemporáneas aún en pista, muchos dentro del paradigma peronismo-antiperonismo. Exquisita y acotada, por la muestra “200 años de Monstruos y Maravillas argentinas” desfilan desde La nueva América y sus masas –ilustrada como un plato suculento que una mujer transporta montada a un animal nativo, con texto de Esteban Echeverría– a Las Muchachas Peronistas –superheroína de puños cerrados y alas, centro de una perspectiva metropolitana en un dibujo de sesgo art déco, con texto de Jorge Abelardo Ramos–o Los simuladores (burócrata, diletante, político y periodista) como insectos kafkianos que acompaña el texto La simulación en la lucha por la vida, de 1900, de José Ingenieros– o el Cabecita Negra animalizado como un pájaro de traje y gomina con un texto de Germán Rozenmacher, de 1962.

Es claro: a 200 años de monstruos y maravillas argentinas no le interesa el héroe sino la multitud. Desde allí construye esta galería colectiva “que propone dar una imagen –imaginar, al fin– al otro que dice o es dicho, al monstruo, al actor principal del otro lado del discurso de la historia oficial que por anónimo y colectivo se estima tantas veces menos importante”.

No son postales bicentenarias, tampoco es una producción mansa y obediente. Allí anidan su fuerza y su belleza.