El mundo de la cinematografía, ese fenómeno que crea fascinación en los más diversos puntos del globo, es una industria cultural que mueve millones. ¿Dónde comenzó? ¿Cuándo? ¿Quién fue su inventor?

Por Departamento de Humanidades y Artes UNDAV
Reunidos en una oscura sala, bien podemos reír, sorprendernos, indignarnos y hasta emocionarnos dejando que las lágrimas humedezcan nuestros ojos. Mucho se ha hablado de este fenómeno, de este “engaño” pactado que llega al punto de la fascinación. Tanto se ha escrito –tantísimo- sobre el denominado Séptimo Arte; cuántas horas le hemos dedicado –muchísimas- a esas cuatro letras: cine. Pero, ¿dónde comenzó todo? ¿Cuándo? ¿Quién fue su inventor?
“Cuando hablamos de la historia del cine, irremediablemente la enciclopedia nos remite al 28 de diciembre de 1985, en particular a un salón denominado Indien que supo estar ubicado en el subsuelo de uno de los más reconocidos cafés de París, el ‘Grand Café’ del Boulevard des Capucines. Cuando se cita este dato con tanta precisión, suele generarse una confusión sobre qué fue lo que presentó en dicho salón Antoine Lumière”, escribe Fermín Labaqui, docente del Departamento de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Avellaneda en su maravilloso libro “Catedrales de la modernidad: Cines porteños 1896-1945”.
En dicho texto, Labaqui aclara que la posibilidad técnica de filmar y reproducir imágenes en movimiento ya había sido presentada un año antes, en 1984, por Thomas Alva Edison a través del llamado ‘kinetoscopio´”.
¿Qué pasó entonces el 28 de diciembre de 1895?
Labaqui cuenta que “aquel día, con un mecanismo diferente al de Edison, se presentó otra forma de reproducir el movimiento fotografiado. El espectador, en lugar de observar individualmente por una mirilla la película, se sentó en un salón junto a otros 120 espectadores (aproximadamente) y observaron cómo, sobre una gran pantalla, se proyectaron películas”.
“Cuando los historiadores recuerdan que en aquella venerada fecha nace el cinematógrafo, no rememoran la primera vez que se vio la reproducción del movimiento, sino la primera vez que se dio forma a un modo de negocio del espectáculo que desde entonces implicó comprar una entrada para acceder a un gran espacio oscuro, al que asiste un grupo de personas, donde en una pantalla de dimensiones significativas se proyecta una película”, sostiene.
Es decir –continúa Labaqui – que “aquel día no solo se presentó en sociedad un artefacto técnico diferente al de Edison, sino que también se concibió un modo de consumo cultural distinto: el kinetoscopio fue pensado como un acto individual, mientras que el cinematógrafo le sumaba la magia de compartir con otros la fascinante aventura del movimiento”.