“Frente a este drama, debemos apostar a la comunidad y a su experiencia”

El obispo de la diócesis de Avellaneda-Lanús, Marcelo (Maxi) Margni, se refirió a la crisis medioambiental y social mundial y realizó un balance de la Cátedra Abierta Laudato si’, de la que participa la UNDAV.

Foto ilustrativa

La riqueza de la encíclica del papa Francisco Laudato si' reside no sólo en sus casi 200 páginas sino, sobre todo, en la respuesta que su lectura y su mensaje generan en la sociedad, con mayor fuerza en los jóvenes.

Laudato si' (Alabado seas), firmada el 24 de mayo del año 2015, se centra en el cuidado del entorno natural y de todas las personas. Su subtítulo “El cuidado de nuestra casa común”, refuerza dicha idea.

A propósito del mensaje de la carta papal y de la Cátedra Abierta Laudato si', de la que participan la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV), la Universidad Nacional de Lanús (UNLA) y la Universidad Tecnológica Nacional Facultad Regional Avellaneda (UTNFRA), Con Información dialogó con el obispo de la diócesis de Avellaneda-Lanús, Marcelo Julián (Maxi) Margni. “Hay que apostar a la base, a lo pequeño: pocos, haciendo poco en lo pequeño, pueden lograr grandes cambios”, aseguró.

- ¿Cuál es el espíritu de la encíclica del papa Francisco Laudato si'?

En el discernimiento pastoral de la misión pontificia de Francisco estaba siempre discernir esos grandes temas que nos movilizan, las preocupaciones de la humanidad. En este sentido, vemos también a la Iglesia como servicio a la historia y a la humanidad. Entonces, intuyo que también ha habido ahí mucho de la trayectoria reflexiva, teológica, de América Latina y del Concilio Vaticano II, que se preguntó acerca de la relación de la Iglesia con la sociedad, con los pueblos, con la historia.

En este espíritu de una relación de servicio de la Iglesia a la humanidad -dirían otros autores a la “no humanidad”, es decir, a la humanidad amenazada-, es que Francisco encuentra en la problemática ambiental -que encuentra eco en la Iglesia, pero también en la reflexión de los pueblos en el mundo- una oportunidad para dar una palabra, animar y tener una mayor conciencia y compromiso de escucha de los gritos que tiene la humanidad del planeta. Escuchar los clamores de los pobres y de la naturaleza. El espíritu de la encíclica es, entonces, la voz del pontífice que se hace eco también de una preocupación mundial y lo propone en el marco del magisterio de la Iglesia (las enseñanzas de un Papa que conforman las enseñanzas de la Iglesia).

- ¿Cómo surgió la idea de la cátedra abierta Laudato si' y cómo piensa que la articulación con las universidades enriquece el debate?

El surgimiento de la Cátedra Abierta Laudato si' me sorprendió de un modo muy grato porque fueron las universidades las que me buscaron para llevarla adelante, en la figura de Jorge Calzoni, en forma más particular, pero también uniendo voluntades con la UNLA y con la UTN Fra, que fueron las universidades en el territorio en las cuales enseguida prendió la idea.

Para mí fue muy grato porque encontré en esos espacios universitarios que considero de mucha importancia usinas de motivación del pensamiento, no solamente como lugares de formación. En la vocación de la universidad también está el tema de la extensión universitaria y la relación con la comunidad. Creo que surgió, justamente, en ese marco y en esa vocación de la universidad no solamente como un lugar técnico del conocimiento que se comparte, se desarrolla y se construye, sino también como una relación de la universidad con la comunidad.

La cátedra surgió como una propuesta de las universidades en el territorio que se presentaron en el obispado para que llevara adelante esta iniciativa, y enseguida me dispuse a hacerlo con alegría y con gratitud. Lo que más me sorprende es cómo las universidades públicas se hacen cargo de esa enseñanza del papa argentino, con gran solidaridad intelectual y reconocimiento.

La Cátedra abierta Laudato si' va experimentando un camino a través de diferentes propuestas, entre ellas, la salida al territorio y a la escuela media. Los chicos están muy contentos. La cátedra abre una relación con los barrios y con los jóvenes, que tienen ganas de profundizar en este tema.

- ¿Qué pueden aportar los jóvenes?

Por una fuerte incidencia de la educación tanto en el nivel inicial, como en el primario y en el secundario, van haciendo una trayectoria en las últimas dos décadas con una mayor conciencia que las generaciones pasadas respecto al cuidado de la casa común, del medioambiente, de la ecología integral. Vamos pasando de una idea “verde” más “a lo Disney” a un compromiso más fuerte, más político, más humanista y más complejo, donde no basta con un eslogan, sino que implica convicciones profundas sobre ese cuidado. Creo que en los jóvenes hay un modo diferente de aproximarse a la temática, hay una sensibilidad distinta.

- ¿Es posible vivir la ecología integral a la que hace referencia la encíclica o es una utopía?

Es una utopía, con todo el valor que tienen las utopías. Las utopías son horizontes y cualquier cultura los necesita para orientarse. Pero también es posible. Creo que a veces nos falta dimensión. Muchos especialistas en el campo expresan preocupación: el agua, el medioambiente, el clima, el impacto de la acción humana, son temas que nos deben movilizar y sensibilizar.

- La encíclica dice que no hay dos crisis separadas: la ambiental y la social ¿Cómo se compatibiliza la lucha en ambos sentidos sin que una perjudique a la otra?

Es difícil ser personas en la historia y es difícil esta realidad nuestra del conurbano. Si tenemos una experiencia en el conurbano, es la del desborde. Al inicio del año yo les escribí a las comunidades de la diócesis una carta pastoral en la que los invité a fortalecer y revitalizar las comunidades parroquiales, la experiencia de la comunidad.

A los males de la historia, a la catástrofe que estamos experimentando (tanto cultural como humanitaria), desde la misma entraña del evangelio de Jesús sale una propuesta humana: la comunidad. La comunidad es una experiencia de vínculos y de relaciones que nos definen como personas.

Es un tiempo en el que se va diluyendo y transformando ese modo de experimentar la comunidad humana. Es necesario ponernos con seriedad a ver cómo resignificamos ese espacio vital que en principio es la familia y, desde la familia, la comunidad hermana, que es el barrio, el contexto donde vivimos, donde habitamos, donde sufrimos, donde nos alegramos y compartimos.

Por eso, frente a este drama, debemos apostar a la comunidad. Y, por el otro lado, a la experiencia de la comunidad: lo local, lo básico, lo simple, lo cotidiano. Hay que apostar a la base, a lo pequeño: pocos, haciendo poco en lo pequeño, pueden lograr grandes cambios. No creo en las transformaciones inversas, esas lastiman. Las propuestas políticas van queriendo transformar las cosas desde lo macro olvidando este proceso inverso.

Citando a la Madre Teresa, cuentan que en su compromiso en las calles de Calcuta la Madre Teresa levantaba criaturas moribundas que ya prácticamente no tenían perspectivas de vida. Entonces, le preguntaron qué sentido tenía levantar a una criatura que no tenía expectativas de vida, pudiendo ayudar a alguien con mayores chances de sobrevivir. Frente a eso, ella contestaba que le bastaba que se fuera de este mundo sabiendo que alguien lo había mirado con amor.

- Hablando de comunidad, ¿qué le diría a la comunidad universitaria respecto a la encíclica del papa y a sus enseñanzas?

A la comunidad universitaria le digo que siga celebrando identidad, pertenencia. Hay una vocación de los universitarios a la comunidad, al ser universitarios, a estudiar juntos, a conocerse, a ser compañeros, a tener camaradas, a tener esa dimensión comunitaria y vincular. Eso hay que fomentarlo. En esta cultura del individualismo, esa ecología humana vincular tiene que ser recreada y propiciada en espacios físicos, en espacios cronológicos, en tareas comunes. Hay cada vez más una demanda del estudiante universitario que se va haciendo un consumidor de la propuesta formativa, que quiere lograr y transitar para retirarse con su título y no quieren ser "molestados" con otras cosas.

En vez de polarizar, debemos empezar a interpretar las cosas desde el lugar de la autocrítica. Y ésta es una buena función que puede ejercer la universidad: autoconocimiento, autocrítica, comunidad, son grandes cuestiones que pueden lograrse desde el espacio universitario. Desde lo que a mí me toca como Pastor, deseo que eso forme parte de una espiritualidad que tiene que ver con sabernos más que nuestro propio conocimiento y que nuestras propias relaciones. Queremos soñar un mundo diferente, más justo, más bello, más bueno, más humanitario y no todo lo contrario.



Octubre 2023 | Edición #117