Editorial
Una lección de vida

Por Ing. Jorge Calzoni | Rector de la Universidad Nacional de Avellaneda

Nuestra Universidad, expresión de un tiempo virtuoso, de nuestro país y de la Patria Grande, hija del Bicentenario de la Revolución de Mayo, emerge a la vida social, cultural y política con la certeza y el compromiso inquebrantable de considerar a la educación superior un bien público social, un derecho humano y universal y un deber del Estado, la base para el papel estratégico que debe jugar en los procesos de desarrollo sustentable de los países de la región.

Si traigo aquí esta reflexión que no es, si no, nuestra marca de origen, es porque me resulta inseparable de una actividad particularmente relevante de estos últimos días. Me refiero a lo gratificante que fue ser partícipe de la entrega del Doctorado Honoris Causa a José Alberto Mujica Cordano, también conocido como Pepe Mujica, en la Universidad Nacional de Quilmes. Mujica fue el 40º presidente de la República Oriental del Uruguay, y ejerció la primera magistratura entre el 1 de marzo de 2010 y el 1 de marzo de 2015.

Luego de las formalidades de rigor, el ex presidente dictó una conferencia en la que desgranó —con absoluta sencillez y simpleza— una concepción de la vida que nos atrapó a todos/as los/as presentes, atravesando una mirada ideológica, política, social y educativa. Quizá, como disparador de dichas reflexiones, uno tiende, equivocadamente, a comparar realidades que no son comparables, más allá de la cercanía geográfica; existen razones históricas, territoriales y políticas bien distintas. Aun así, siempre resulta esclarecedora una mirada crítica sobre estos análisis para evitar comparaciones o trasposiciones inadecuadas. Esa criticidad debe tener como fin alcanzar mejoras, objetivos deseados y la plenitud de los medios para concretarlos.

Decía, Mujica, entre otras cosas, que la brecha no era de izquierda o derecha, sino entre conservadores y transformadores de la realidad vigente, y debía existir cierta armonía en ambas posturas, un equilibrio necesario. El objetivo de la vida es la felicidad, no la producción; uno produce para vivir, no vive para producir.

Creo que la felicidad involucra al desarrollo personal, social, espiritual, a la relación que entablamos con los objetos y con la naturaleza. Ese desarrollo implica armonía consigo mismo, con los otros, con la fe, con la naturaleza y con los objetos; siendo estos todos aquellos producidos por la especie humana (vivienda, ciudades, moneda, vestimenta, bienes de intercambio).

Nadie puede ser feliz solo, lo es con otras y otros. Facundo Cabral solía decir que rico no es quien más tiene sino quien menos necesita. El Pepe nos hablaba de pasión, entendida como dimensión y espesura de la acción personal en vinculación y armonía con las ideas.

La Universidad Nacional de Avellaneda, decía al iniciar esta charla con ustedes, es hija de un tiempo histórico que se propuso objetivos semejantes y que el pueblo ha atesorado como los años de más profunda democratización y ampliación de derechos del último medio siglo.

Tal vez también por eso la hermosa velada de escucha y reflexión trajo consigo un respiro en el trabajo cotidiano, una caricia al alma y al corazón de un hombre que, cercano a los 90 años,luego de atravesar una dura vida al servicio de una causa, hoy, tomando distancia de rencores o resentimientos, es capaz de darnos una lección de vida en una universidad pública.

Una verdadera lección de vida.



Mayo 2023 | Edición #113