Verdaderas democracias, con derecho humano a la comunicación

Se debe considerar a las audiencias como nuevos sujetos de derecho, disruptivos, lejos de esas miradas industrialistas, productivistas que las ven como consumidoras y prosumidoras.

Foto ilustrativa

Por Cynthia Ottaviano | Doctora en Comunicación, Directora de la Especialización Comunicación y DDHH UNDAV

El 10 de diciembre celebraremos el día Internacional de los Derechos Humanos, pero en la Argentina también promoveremos memoria y reflexión sobre la Democracia, este año, a 39 años de su recuperación. Por eso, resulta ineludible durante esta jornada incluir entre los derechos humanos el derecho humano a la comunicación.

Cuando el presidente Raúl Alfonsín decidió fundar el Consejo para la Consolidación de la Democracia (COCODE) conformó una comisión de comunicación, desde donde se reconoció la centralidad que ocupa la libre circulación de información, ideas y opiniones para la toma de decisiones. Frente a los niveles de concentración y mercantilización, propusieron un proyecto de ley que incorporó por primera vez la figura del “Defensor del Público”.

Las Defensorías del Público, de las Audiencias y Ouvidorías deben inscribirse en un paradigma emancipatorio, que implica un nuevo pacto comunicacional democrático basado en tres acuerdos básicos: el reconocimiento de la comunicación como derecho humano, las audiencias como nuevos sujetos transformadores de la comunicación, con su capacidad de participar y reclamar, y las Defensorías creadas como nueva institucionalidad democrática comunicacional.

Por un lado, entonces, el reconocimiento de la comunicación como derecho humano, implica alejarse del mero negocio y de las lógicas de producción del caos, del espectáculo, clasistas, coloniales, estéticas, étnicas y patriarcales. Requiere de una comunicación que emerja del campo de los derechos humanos y dialogue con todos los derechos humanos, no sólo en ejercicio de la libertad de expresión, sino pudiendo reclamar cuando se vulneran los derechos, ante una Defensoría específica y buscar la reparación simbólica de los daños causados.

Para ello, se debe considerar a las audiencias como nuevos sujetos de derecho, disruptivos, que se relacionan entre sí y movilizan las Defensorías, lejos de esas miradas industrialistas, productivistas que las ven como consumidoras y prosumidoras. Audiencias como parte integrante de una “ciudadanía comunicacional”, que reconocen sus derechos humanos y pueden reclamar y transformar esa comunicación mercantilista, discriminatoria, de exclusiones, en una comunicación inclusiva, participativa y democrática.

Y por último, las propias Defensorías reconfiguradas, basadas en el “poder obediencial”, es decir en el mandar obedeciendo a las audiencias, como dinamizadoras de las democracias, a través de la creación de la ciudadanía comunicacional, con institucionalidad propia, en marcos corregulatorios definidos, que declaman este derecho humano a la comunicación, como parte integrante de los escenarios democráticos contemporáneos.

Cuando las democracias no dan respuesta a los problemas de las ciudadanías, se corre el riesgo de que haya quienes piensen que las ciudadanías son un problema. Y la ciudadanía comunicacional son parte de la solución y de la razón, para nutrir a las democracias de su componente básico y fundamental: la participación.

A través del acceso y producción de información plural, diversa, intercultural, despatriarcal y desmercantilizada pueden erigirse verdaderas democracias para lograr vidas alejadas de las violencias, en base a la política del encuentro, la solidaridad y la inclusión. Es decir, verdaderas democracias con derechos humanos y como pilar, el derecho humano a la comunicación.

De allí que resulte fundamental formarse de manera constante, en las nuevas prácticas y saberes para un periodismo y una comunicación ética, inclusiva y democrática.

Diciembre 2022 | Edición #110