El trabajo con los pueblos indígenas permite recuperar la diversidad y la riqueza de nuestra sociedad y nos exige pensar sobre su propia naturaleza y el lugar que ocupan las instituciones de educación superior.

Por Prof. Rodrigo Ávila Huidobro*
La cercanía del 12 de octubre nos recuerda que la herida de la conquista y la colonización sigue abierta. En América Latina el pasado colonial se expresa como presente en el no reconocimiento de los pueblos indígenas y en la racialización de la desigualdad social.
Desde las universidades nacionales se viene avanzando en un proceso de reconocimiento de los pueblos indígenas como actores, como sujetos con los cuales entablar un diálogo de saberes. Desandando la concepción clásica de la construcción de conocimiento a partir de la relación sujeto objeto, en el que las poblaciones son objeto de análisis -y de gobernanza-, las luchas de las comunidades por el reconocimiento y por su propia existencia han interpelado a nuestras casas de estudio, poniendo de relieve la dimensión ética de toda práctica profesional y científica.
En el caso que nos concierne, es importante poder destacar al menos dos aspectos que configuran este trabajo en nuestro país. Uno referido directamente al territorio de las comunidades, que se encuentra en disputa.
En la Argentina, debemos destacar como deuda pendiente el derecho al territorio, que pese a la legislación existente, incluida la Constitución Nacional, entra en crisis frente al avance sobre los territorios comunitarios. Los recientes sucesos del 14 de septiembre, en que la Comunidad Tilquiza del Pueblo Ocloya -que articula con la UNDAV a través de OPINOA- en la Provincia de Jujuy sufrió un desalojo y represión en territorio reconocido por la Ley 26.160, nos dan un ejemplo cabal de los desafíos y del campo en que se inscribe en la actualidad el trabajo con los pueblos indígenas.
De esta manera, el quehacer universitario se atraviesa con las tensiones, desigualdades y resistencias en un escenario signado, entre otras cuestiones, por la disputa por los bienes naturales y los territorios en donde se encuentran.
Por otra parte, el punto a destacar tiene que ver con las cosmologías, la identidad, la lengua. Las formas de ser y estar en el mundo, de entender, sentir y actuar, de las que son portadores los pueblos indígenas representan un importante acervo del que la universidad puede aprender y con el que debe dialogar. Claro que esto no está escindido, siempre nos lo remarcan, del territorio, puesto que sin territorio no hay vida, ni identidad. Además, forma parte de nuestra identidad y cultura nacional -o plurinacional-, es raíz de ese mundo popular que no siempre ingresa a la universidad, aún cuando ingresen los sectores populares.
El trabajo con los pueblos indígenas, con sus comunidades, con sus referentes, autoridades, nos permite recuperar la diversidad y la riqueza de nuestra sociedad, de hecho, nos exige pensar sobre la propia naturaleza de nuestra sociedad y del lugar que ocupamos las instituciones de educación superior. Nos interpela sobre nuestra propia historia, la de quienes producimos “universalidad”, para orientar la producción científico técnica en función de los desafíos de nuestro tiempo.
* Coordinador Programa Identidad y Territorio - Secretaría de Extensión Universitaria - Universidad Nacional de Avellaneda.

Octubre 2022 | Edición #108