“No estamos acostumbrades a ver lo que no nos gusta”

La escritora y activista ambiental quilmeña Yanina Gambetti habla del impacto que tiene la ficción para recrear a partir de la narrativa las problemáticas socioambientales que atraviesan los diversos territorios.

Foto ilustrativa

Por Lic. Florencia Podestá*

En esta entrevista a la escritora y activista ambiental quilmeña Yanina Gambetti -que forma parte, también, de una serie de entrevistas audiovisuales sobre ecofeminismo para la agencia interuniversitaria Saberes en Territorio- hablamos del impacto que tiene la ficción para recrear a partir de la narrativa las problemáticas socioambientales que atraviesan los diversos territorios e interpelar a partir de otros registros sobre problemáticas que son urgentes.

- ¿Qué temáticas abordás en tu primera novela Conejo Blanco?

- Conejo Blanco es una novela que salió en 2020 y que trabaja, entre otras cosas, los procesos que uno hace entre la vida y la muerte como parte de la naturaleza, tratando de incorporar los ciclos que son naturales entre los seres vivos. Y para entrar en esa temática elegí un personaje que por supuesto es una mujer porque en todas mis creaciones la mujer tiene un papel preponderante ya que mis experiencias fueron vividas con mi mirada de mujer militante y porque en todos estos años he admirado a muchas mujeres que fueron las precursoras de movimientos socioambientales en Argentina.

En Conejo Blanco la protagonista, a partir de una situación traumática, decide emprender un viaje solitario en un barco por el Río Paraná. Y elijo el Río Paraná como un lugar precioso, como un bien natural que nosotres tenemos y que, también, está muy maltratado, que ha sido dejado de lado como ser vivo y que tiene muchas historias: el Paraná abarca desde Brasil hasta el Río de La Plata. Es testigo como río de millones y millones de luchas, de resistencia, de amores, de la vida de las comunidades que han ido a través de los tiempos de la humanidad habitando esas orillas. Y la protagonista principal que se llama Sasha en cada paradita de ese viaje se va encontrando con las comunidades que habitan en ese momento de la historia esas orillas y esas comunidades y esos personajes irán contando sus historias como si realmente en ellos pusiéramos las voces y problemáticas de quienes en la realidad habitan esos territorios y están sufriendo distintos avasallamientos de sus derechos: no sólo me refiero a los derechos humanos sino que también hablo de los derechos de la naturaleza.

Así, aparecen problemas como los de las represas sobre comunidades guaraníes, problemas que traen las fumigaciones vinculadas al agronegocio, qué provoca el agronegocio en los pueblos del Litoral, lo que la contaminación le hace al agua y a los seres que habitan ese ecosistema. Y así bajando por el Paraná la protagonista va viviendo esas situaciones y se van tejiendo historias que lo que buscan es generar empatía, desde un lugar emotivo, con les lectores/as, con las problemáticas ambientales que están presentes en todos lados. Quiero que quien está leyendo se sienta tan identificade con el personaje que no se pueda olvidar del dolor de ese personaje pero tampoco de sus alegrías, de sus esperanzas y de sus sueños y de alguna forma lograr que a través de esa narrativa esos sentimientos se puedan imprimir en les lectores para que se sumen a estas luchas desde donde puedan porque en el contexto en el que vivimos de crisis climática, humanitaria y civilizatoria sino somos más va a ser difícil, va a ser complicado el mundo que le vamos a dejar a las futuras generaciones.

- ¿Y qué pasa en la novela Planeta Azul?

- Va un poco más allá de contar la problemática de los pueblos. Me aventuré a irme hacia el futuro y poder contar y ponerle voz a personajes que todavía no nacieron, que son las generaciones que van a verse más afectadas por cómo están haciendo las cosas en la actualidad las diversas poblaciones y los gobiernos.

Está narrada desde un futuro imaginario, pensada a partir de que si no hacemos nada y todo sigue igual en la cuestión ambiental y cómo están dadas las proyecciones científicas en las cuales me baso, las generaciones que vengan de acá a cincuenta años van a tener que lidiar con problemas mucho peores que los que tenemos ahora. Si bien ahora tenemos sequías y falta de agua, las proyecciones a futuro son sumamente terribles y mucho más graves.

E intenté imaginarme eso para escribir Planeta Azul, pero traté de hacerlo de una forma amorosa porque a veces es muy difícil mostrar algo muy crudo, muy triste y muy oscuro sin que quien está leyendo se espante y quiera cerrar el libro porque no estamos acostumbrades a ver lo que no nos gusta. Por eso este libro es una mezcla de realismo extremo con una esperanza arrasadora. Son dos extremos que buscan un punto medio. Y para narrar esto me meto con las luchas ambientales de las asambleas y me imagino un futuro en donde estas asambleas tienen un protagonismo importante en la definición de cómo va a terminar la historia.

* Coordinadora del Programa de Popularización del Conocimiento y la Cultura Científica.



Julio 2022 | Edición #105