Pensamiento
Sin perder su optimismo, el reconocido politólogo y sociólogo argentino habla acerca de las causas y consecuencias del neoliberalismo en nuestro país y analiza la actualidad del complejo contexto latinoamericano.

La sonrisa con la que nos recibe en su pequeño despacho del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini en el porteño barrio de San Nicolás no se le borrará a lo largo de toda la entrevista. El optimismo lo define de cuerpo entero. “Por suerte, el neoliberalismo no se ha instalado definitivamente en la Argentina. Tengamos cuidado porque hay un clima derrotista muy negativo”, advierte el Dr. Atilio Boron politólogo y sociólogo argentino, doctorado en Ciencia Política por la Universidad de Harvard, y docente del Ciclo de Complementación Curricular para la Licenciatura en Historia de la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV).
Lejos de dejarse llevar por los vientos de cambio que parecen volver a soplar en Latinoamérica, Boron insiste en que “no hay que pensar en términos de derrota o fin del ciclo progresista” porque la caracterización del período histórico no brinda indicios para suponerlo de ese modo.
“El neoliberalismo viene muy bien empaquetado como artículo de propaganda”, dice. Allí reside una de sus principales armas. Y junto con ello también se vale de una sociedad “heterogénea y fragmentada” porque así resulta “mucho más difícil armar una oposición ¿Cómo juntás trabajadores precarizados, trabajadores regularizados, marginales que están afuera del mercado laboral, gente que está abandonada por completo?”, se pregunta el Dr. Boron.
Pero, ¿cuándo comenzó todo? ¿Cuándo “desembarcó” el neoliberalismo en nuestro país? “Si se quiere fijar una fecha de inicio, se puede decir que entre el 75 y el 76 se instala el neoliberalismo fuerte en la Argentina siguiendo los pasos de lo que había hecho Pinochet en Chile en el 73”, explica. Luego, existe “un intervalo corto que es el gobierno de Alfonsín -en los dos primeros, no más- , hasta que en el 85 con el Plan Austral de alguna manera retoma otra vez el neoliberalismo. Después, avanza ya con mucha fuerza en el gobierno de Menem y en la continuación del menemismo que es la Alianza, porque al fin y al cabo la Alianza no produjo una ruptura. Esto se te cae entero, se derrumba, el 20 de diciembre del 2001”.
Más tarde llegaría el gobierno de Néstor Kirchner que “suscita un gran apoyo, un entusiasmo, y empieza a seguir un rumbo que aparta a la Argentina del neoliberalismo”. Sin embargo, lo que el reconocido politólogo se cuestiona es si el apartamiento fue suficiente. “Esto es motivo de debate, que hay que dar y que no se ha dado. Yo tengo una interpretación y es que creo que el apartamiento no alcanzó a ser una ruptura por muchas razones. Por una correlación de fuerzas insuficientes; un grado de penetración ideológica del neoliberalismo muy fuerte en esta sociedad; y el papel de los grandes factores de poder que incidían en esa dirección”. Así, de acuerdo a Boron, los legados del neoliberalismo, en muchos casos, fueron dejados de lado, pero en otros siguieron pesando muy fuertemente. Porque, “si querés cambiar el mundo sin hacer un gran lío, es muy difícil”, reflexiona.
Pero, para Boron, los sueños de la Patria Grande no han terminado “para nada”. Si bien hay un contexto latinoamericano candente que se refleja, por ejemplo, en Brasil y en Venezuela, no se puede hablar de “fin de ciclo”. “Michel Temer está ahora con una denuncia de sobornos de 41 millones de dólares. Si la Justicia lo inhabilita, lo que la ley brasileña indica es que hay que llamar a elecciones en un plazo prudencial. Y si lo hacen, las encuestas que hay hoy lo dan a Lula ganador”, opina.
Así, lejos del derrotismo y de los agoreros de siempre, Boron, con los pies firmes en la tierra y la frente bien alta, mira hacia adelante, hacia el futuro, con una sonrisa imborrable.
Agradecimientos especiales
A la Lic. Diana Hamra, directora del Ciclo de Complementación Curricular para la Licenciatura en Historia.
A la Mg. Adriana Presa, directora del proyecto de investigación “Procesos de cambio en los centros de producción de Avellaneda”.