Luego de la fase aguda del nuevo coronavirus, los/as pacientes continúan experimentando un conjunto de síntomas. ¿Cómo pueden afectarlos/as al retornar al trabajo y a las tareas habituales?

Por Lic. Florencia Podestá*
A medida que transcurren los días, se van conociendo nuevas facetas y consecuencias del nuevo coronavirus COVID-19. Entre éstas se encuentra el “COVID-19 prolongado”, denominación utilizada para referirse a los/as pacientes que, luego de la fase aguda de la enfermedad, continúan experimentando un conjunto de síntomas. El Dr. Marcelo Amable, director del Grupo de Estudios en Salud Ambiental y Laboral (GESAL) radicado en la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV) y docente de la carrera de Ciencias Ambientales, hace hincapié en la relevancia de atender y trabajar la problemática.
Florencia Podestá - ¿A qué se llama “COVID-19 prolongado” y por qué es importante analizar el impacto que tiene en la vuelta al trabajo de los/as trabajadores/as de diferentes rubros?
Marcelo Amable - La denominación, en realidad, todavía es parte del proceso de investigación de una enfermedad nueva y desconocida para la humanidad. Hay que tener en cuenta que se quieren caracterizar síntomas relacionados con la infección por SARS-CoV-2 en el largo plazo, pero la enfermedad apenas lleva poco más de un año de impacto. El nombre ha sido una iniciativa de pacientes autoconvocados en EEUU, que lo denominaron “Long COVID”. Nosotros, por el momento, estamos usando “COVID prolongado”, pero, por ejemplo, en España se refieren al “COVID persistente”. La incerteza al respecto es que aún no hay consenso para saber si se trata de una etapa de la enfermedad o si son secuelas que la misma dejará y hasta cuándo.
Lo que sí ya es conocido es que, luego de la etapa aguda de la infección, los pacientes continúan con un conjunto de síntomas -algunos relacionados con los de esa etapa y otros diferentes-. Y, paradójicamente, muchos de quienes transcurrieron la infección de manera asintomática, manifiestan malestares post-COVID. La diversidad de síntomas, órganos y sistemas orgánicos que se ven afectados es muy amplia. El período de padecimiento de ese conjunto de síntomas luego de la resolución de la infección por SARS-CoV-2 es lo que denominamos como COVID prolongado.
En relación a la segunda parte de tu pregunta, es una dimensión de la COVID-19 que todavía está sumergida, debido a que la urgencia nos tapa. Todos/as sabemos que la enfermedad posee una mortalidad que no es tan alta, pero la letalidad se agrava a medida que la edad de las personas infectadas aumenta. Sin embargo, la cantidad de sobrevivientes a la enfermedad entre las personas en edades centrales o en edad de trabajar hace que el COVID prolongado adquiera una dimensión social y económica muy importante. Ya no es la mortalidad sino la rehabilitación, el problema para la salud pública. Además, se rompe la focalización del impacto en las personas mayores, porque el COVID prolongado afecta a jóvenes menores de 30 años. Pensemos que la proporción de trabajadores/as que podría tener dificultades para continuar con sus tareas habituales luego de la COVID-19 podría ser entre un 10% al 25%. Nosotras/os en el GESAL calculamos que hasta marzo de este año unas 470 mil personas podrían haber transitado esta etapa sin ningún tipo de apoyo o consideración.
Por lo tanto, el impacto en términos de pérdida de salud y calidad de vida para cada una de esas personas puede ser relevante, pero en términos de días laborales perdidos y de inversión para su rehabilitación, podría ser mayor.
FP - ¿Qué rol deberían jugar los organismos estatales y privados en las investigaciones relacionadas con la efectividad del tratamiento del COVID prolongado, la recuperación y la rehabilitación laboral?
MA - En primer lugar, creo que hay que asumirlo como un problema de todos/as, de salud pública, y evitar que se mercantilice su estudio y tratamiento. Eso sólo nos llevará a un conocimiento fragmentario, incompleto y sectorial de una enfermedad que afecta al conjunto de los trabajadores/as. Me refiero que no sólo es un problema para quienes tenemos un empleo formal sino para la inmensa cantidad de trabajadores/as de la economía informal o con precariedades laborales diversas.
En segundo término, los recursos de la Seguridad Social, especialmente de nuestro subsistema de Riesgos del Trabajo deben ponerse a disposición para afrontar esta situación inédita. Ya lo dijimos al comienzo de la pandemia: son recursos imprescindibles para afrontarla. Allí el Estado debería regular para que la vuelta al trabajo se realice bajo principios preventivos inciertos antes que con los criterios productivistas que tradicionalmente han aplicado las ART (que, por cierto, inciden mucho en el agravamiento de las lesiones de accidentes tradicionales, y podrían hacerlo con la COVID prolongado).
En tercer lugar, es necesario comenzar a realizar investigaciones epidemiológicas en red, de manera colaborativa. Creemos que las universidades públicas tenemos un rol privilegiado para llevar adelante este tipo de iniciativas porque nos sitúa por fuera de intereses sectoriales y particulares. Nosotras/os, desde el GESAL, a raíz del estudio EPPA (Escuchar, Proteger, Preparar y Apoyar) que estamos haciendo en los hospitales Güemes y Posadas, hemos comenzado a delinear un estudio de cohortes prospectivo que nos ayude a entender mejor al COVID prolongado, por una parte, pero fundamentalmente, para acompañar a todos/as esos trabajadores que necesitan entender que aún necesitan ser cuidados.
* Coordinadora del Programa de Popularización del Conocimiento y la Cultura Científica.
Junio 2021 | Edición #94