En el mes del Día Internacional del/la Trabajador/a, el antropólogo Facundo Harguinteguy reivindica el rol de la economía popular. “Como señala el Papa Francisco, cuando los pobres se organizan se convierten en auténticos poetas sociales”, sostiene.

Por Facundo Harguinteguy*
A partir de aquel 1º de mayo de 1886, cada año, los/as trabajadores/as-en múltiples jornadas de lucha- conmemoramos el Día Internacional del/la Trabajador/a en homenaje a los llamados "Mártires de Chicago". Esos ocho obreros -condenados a la pena máxima por encabezar las protestas contra la arbitrariedad patronal que se negaba a cumplir la recientemente conquistada ley de reducción de la jornada laboral a 8 horas- pusieron un mojón en la historia de las clases populares.
El movimiento obrero fue la expresión madura que los/as desposeídos/as fueron gestando en los siglos de transición entre el orden feudal y el capitalista y que se consolidó justamente en las dos últimas décadas del siglo XIX y primera mitad del siglo XX. Desde entonces, la forma principal que permitió que los/as descamisados/as se convirtieran en sujetos colectivos con capacidad para cambiar la realidad fueron los sindicatos. En nuestro país, éstos adquirieron un especial protagonismo político con la llegada del peronismo, momento de fuertes conquistas y avances en materia de justicia social y dignidad.
Durante la década de 1970, el surgimiento del neoliberalismo expresa el temor, justamente de las clases dominantes, frente al poder de los/as trabajadores/as que amenazaban política y económicamente privilegios y tasas de ganancia. En nuestro país, dicho periodo se inaugura a sangre y fuego mediante la más sangrienta dictadura militar de que se tenga recuerdo.
Las nuevas formas de acumulación impuestas por el neoliberalismo requerían un nuevo régimen de regulación y acción estatal. Aquel Estado de Bienestar propio del modelo fordista se había convertido en un estorbo. La descentralización y externalización productiva, la flexibilización laboral y la hegemonía del poder financiero precisaban “achicar el Estado para agrandar la Nación”, como decían los paladines locales del neoliberalismo durante la década de 1990.
Durante esta nueva fase del capitalismo, como así lo demuestran las últimas décadas, el crecimiento económico no necesariamente va de la mano del aumento del empleo formal con acceso a los derechos derivados de la relación salarial. En la actualidad existe algo peor a ser explotado: no tener siquiera derecho a ello;esto significa, que pese a algún eventual aumento del PBI una porción importante de la población está condenada a no tener en el presente, ni en el futuro trabajo en relación de dependencia. Es decir, las transformaciones que introdujo el neoliberalismo no resultan ser ni pasajeras, ni coyunturales sino más bien estructurantes de la nueva forma de acumulación de capital.
Pero no tener empleo no significa no trabajar. Los/as trabajadores/as de la economía popular nos enseñan que ser trabajador/a no deviene de una condición que otorga un patrón. Por eso, a pesar de que el mercado formal de trabajo tenga menos capacidad y vocación de generar empleo, millones de hombres y mujeres sostienen sus hogares a partir de su fuerza de trabajo. Como señala el Papa Francisco, cuando los pobres se organizan se convierten en auténticos “poetas sociales: creadores de trabajo, constructores de viviendas, productores de alimentos, sobre todo para los descartados por el mercado mundial”.
Los/as trabajadores/as de la economía popular realizan múltiples actividades: los hay cartoneros/as, campesinos/as, artesanos/as, vendedores/as de la vía pública, feriantes, costureros/as, limpiavidrios, cuidacoches, constructores/as, trabajadores de empresas recuperadas, del transporte informal, de cooperativas, de programas sociales, de infraestructura barrial, de organizaciones sociales y comunitarias (cuidadores, cocineros, educadores) o de pequeños talleres y unidades productivas (mecánica, carpintería, alimentos), en comedores y centros comunitarios, que cuidan niños, niñas y adultos y adultas mayores.
Al dejar de ser el trabajo asalariado, estable y ligado a la seguridad social el principal mecanismo de integración de las clases populares, éstas se ven condicionadas a reorganizar las formas de lucha. En Argentina, la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP) sintetiza experiencias en años de búsqueda popular dando cuenta de dos cuestiones fundamentales: por un lado, de la necesidad de que la organización popular no tenga como único centro a la fábrica; por otro, que esa organización –a pesar de lo señalado anteriormente– sigue siendo en torno al trabajo, pero no sólo del trabajo llamado productivo sino disputando frecuentemente en el terreno de la reproducción de la vida.
Todas estas experiencias catalogadas como informales, que sólo se las había pensado como consecuencia de la exclusión y la precariedad, se revelan hoy cada vez más como “esenciales” ante la aceleración de la crisis social y sanitaria que atraviesa nuestro país y el mundo. Algunos estiman que más de un tercio de los trabajadores pertenecen a la economía popular. Alrededor de 11 millones de personas solicitaron el Ingreso Familiar de Emergencia durante el año 2020.
Pero, insisto, la fragmentación del mundo del trabajo ha sido una estrategia del neoliberalismo para debilitar la potencia y el protagonismo popular. Con aciertos, errores y dificultades el movimiento de trabajadores/as -asalariados/as y de la economía popular- ha demostrado que la unidad y el protagonismo popular fueron la condición de posibilidad que permitió ponerle fecha de caducidad a la administración del Estado antinacional y antipopular de la alianza que gobernó entre el año 2015 y el 2019.
Por tanto, no existe mejor manera de conmemorar el Día Internacional de los/as trabajadores/as, y de todas sus gestas históricas, que continuar construyendo más unidad y más poder popular, condiciones irremplazables para edificar cualquier proyecto emancipatorio que sea la base de una patria justa, libre y soberana.
*Antropólogo. Coordinador del Programa de Organización Popular, Memoria Colectiva y Derechos Humanos - Secretaría de Extensión Universitaria | UNDAV.
Mayo 2021 | Edición #93