Cynthia García
con información dialogó con la reconocida periodista, titular de la Cátedra Periodismo de Investigación en la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata, quien describió los estrechos lazos que existen entre los medios de comunicación, el Estado y las grandes corporaciones.

Para Cynthia García el periodismo es militante por definición. Así de claro y contundente. Sin medias tintas. “Para mí la rigurosidad y el profesionalismo periodístico tienen que ver con los parámetros de honestidad intelectual, buena fe y criterio”, dice la reconocida periodista, titular de la Cátedra Periodismo de Investigación en la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata, y que actualmente se desempeña en Zona I, por Canal 9, dirige el blog “La García” e impulsa el ciclo de entrevistas Agenda Popular, donde dialoga con los protagonistas fundamentales de la política, el pensamiento, las artes, el campo popular y la militancia.
Recién llegada de Salta donde visitó una radio de la comunidad diaguita, y a pocos días de haber sufrido un lamentable episodio en su propiedad, que no dudó en calificar como “un atentado contra la libertad de expresión”, con información dialogó con la ex columnista política de “La mañana de Víctor Hugo” en Radio Continental y ex panelista del programa “678” en la TV Pública acerca de los lazos entre los medios de comunicación y el poder, el rol del periodista y la democratización de la palabra, entre otras temáticas.
con información - Has dicho hace poco tiempo atrás que “la arena donde se está disputando el poder es comunicacional” y que “podemos tomar la decisión de corrernos a un costado y mirar cómo se disputa el poder o podemos entrar en el barro y dar la discusión de igual a igual”. ¿Es ese el espíritu con el que emprendiste la autogestión y tu fuerte presencia en las redes sociales? ¿Cómo estás transitando esta experiencia que denominás Comunicación Popular Organizada?
Cynthia García – Eso viene de un poco más atrás cuando empezamos a tomar conciencia en medio de la construcción del kirchnerismo que se empezaba a poner en juego el poder político de los medios. Creo que hay un rol intrínseco político del periodista. Pero una cosa es eso y otra cosa es generar una supuesta teoría de la neutralidad y de la objetividad desnaturalizando ese rol político, ocultándolo detrás de discursos liberales de objetividad cuando, en realidad, lo que estamos haciendo es dar una discusión política, incluso aquellos medios que plantean que no lo hacen.
De alguna manera, esa idea surge de charlas en el territorio en medio del debate de la Ley de Medios. Y, por supuesto, es la mochila que uno carga o, en todo caso, lo que uno sacó de la mochila cuando el contexto se revirtió. Porque una cosa era dar la discusión en un contexto de empoderamiento producto de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual donde todo era hacia adelante. En todo caso, lo que entonces teníamos que hacer era hablar de la década del 60, del 70, del periodismo militante; la dictadura con los 30 mil desaparecidos y una tradición de silencio; la década del 90 como continuidad simbólica, y la instalación de las teorías de la comunicación liberales como si todo lo demás no hubiera existido. Entonces, los enfrentamientos que tenía la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y un proyecto político de representación popular nos hicieron ver que había una pulseada por el poder.
Por eso, el eje del discurso en el territorio era evidenciar esa pulseada por el poder, plantear dónde estaba, que los periodistas no podíamos ser neutrales a esa discusión, que había un Estado que lo estaba disputando para ponerlo del lado de la representación popular. Pero si la década pasada fue una década ganada, no fue una década perdida por las corporaciones.
Lo que intentábamos visibilizar es que, si bien la política es la política y la comunicación es la comunicación, la arena donde se dirime la puja de poder es comunicacional. Eso era en el anterior contexto. Y uno iba acumulando pronósticos de lo que vendría si cambiaba el modelo, y efectivamente cambió el contexto, cambió el modelo, quedó plasmado el poder del Estado fusionado con el mercado, todo se revirtió.
Pero seguimos pensando que la arena es comunicacional. Mi planteo es que se necesita incidir territorialmente y desde los medios de comunicación que tenemos a disposición, utilizando las redes y las llamadas nuevas tecnologías para seguir peleando en esta arena comunicacional. Nos sacaron del ring pero la arena sigue siendo comunicacional y la disputa de poder sigue latente. Lo que pasa es que ahora el Estado está fusionado con el mercado y entre quienes gobiernan yo incluyo el co gobierno de las corporaciones.
CI – Existe un debate en la actualidad respecto al periodismo militante ¿Qué les dirías a quienes dicen que éste último no puede llamarse periodismo?
CG – Yo creo que el periodismo es militante por definición. Junto a Pablo Llonto, con quien dirijo la cátedra de Periodismo de Investigación en la Universidad Nacional de La Plata, creemos que el periodismo es militante o no será nada. Nadie en la década del 60 o del 70 hubiera cuestionado al periodismo militante. A esta altura me parece que está claro, salvo para quienes lo sostienen con una intencionalidad de manipular a las opiniones públicas, que no existe la objetividad (en todo caso lo que son objetivos son los hechos) y que por lo menos los periodistas, frente a la discusión de poder, no podemos ser neutrales.
Por ejemplo, en este punto tengo una discusión con Horacio González quien dice que hay que tener un grado de objetividad en el periodismo. Yo creo que los hechos son objetivos y que uno tiene que ceñirse a una búsqueda de la verdad. Ahora bien, de ninguna manera el periodismo es objetivo. Me parece que son distintas maneras de decir lo mismo pero hay un debate sobre ello. Sobre lo que seguro no hay un debate es que la militancia no tiene nada que ver con el profesionalismo. No hay una ecuación profesional versus militante. No es un antagonismo ser profesional y ser periodista militante. Uno puede militar por distintas causas que lo convocan en el mundo y en el país que uno sueña o pretende para sus hijos y sus nietos. Para mí la rigurosidad y el profesionalismo periodístico tienen que ver con los parámetros de honestidad intelectual, buena fe y criterio. Eso hace a un periodista profesional y no si es militante o no. Y, yendo a cuestiones más de definición, si nosotros festejamos el Día del Periodista el 7 de junio y esa fecha es la fundación de la Gaceta de Buenos Aires por Mariano Moreno, el periodismo es militante por definición. Clarín nace como un medio militante de Noble para fortalecer las ideas desarrollistas de Frondizi. La Nación es recreada como el medio para defender a un sector terrateniente y de la oligarquía argentina. O sea, el periodismo es militante o no será nada. Esto habla de la falacia de los intereses que hay detrás de querer ocultar el rol político del periodista y la lucha de clases que hay de fondo.
CI- ¿Qué avizorás a futuro respecto a la verdadera democratización de la comunicación en el país?
CG- Han matado la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Alguien escribió “La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual ha muerto”. Fue derogada por decreto en su espíritu, en su esencia. Pese a ello, no está ausente de la discusión de aquellos que creemos en la democratización de la palabra. Legalmente la Ley no existe más. Legalmente, en el contexto de como un Estado pone en eje los conflictos, la comunicación pasa a una ecuación de mercado.
El panorama que avizoro es complicadísimo. Creo que hay una hiper concentración mediática como nunca y que eso es una decisión política, con lo cual aquí se están demostrando los intereses de los medios. No hay un sistema de medios que confronte con esta concentración mediática y las consecuencias son tremendas. Por ejemplo, el cable ya no es más un bien público. Por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual el cable era un bien público y ahora es como el teléfono móvil. Puede venir un conglomerado extranjero y comprar el 100 % de Cablevisión, para poner un ejemplo grotesco. El cable, como bien público tributaba un 5% de impuestos, una masa de dinero que nutría todo el sistema cultural. Ahora tributan un 1,5%. Es decir que las consecuencias de poner a la comunicación bajo los estrictos patrones del mercado generan no solamente censuras, ahogo de voces, erosión y desfinanciamiento a la comunicación comunitaria que está por fuera de los patrones del mercado, sino también desfinanciamiento cultural y volver a las teorías liberales de la década del 90 donde lo importante es la escala económica, como dijo Clarín en la audiencia pública en la Corte.
Pongo un ejemplo concreto. Ahora vengo de Salta porque, insisto, en este momento para mí hay dos palabras muy importantes que son: medios y territorio. Estuve en Cachi a 3500 metros de altura, en medio de la montaña, en FM 89.3, la radio de la comunidad diaguita. Una FM que llega a toda la zona de Cachi donde la escucha el campesinado, que además es sujeto originario, y transmiten sus noticias a la comunidad en su tono y color. Una comunicación que realmente es verdadera soberanía comunicacional, porque los diaguitas no quieren que les cuentes las cosas como las contamos desde Buenos Aires, sino que las quieren contar como las interpretan ellos. Esa idea de que no hay una verdad absoluta sino realidades subjetivas o una puja de verdades no entra dentro de los parámetros de una Ley de Medios derogada. No va a haber financiación. Ellos lograron una radio, la equiparon, le pusieron piso, consola y capacitaron a un operador. Claramente, eso se está desfinanciando y afecta al derecho a la información, que es la otra vía de la libertad de expresión, es decir el derecho que tienen los pueblos a que los estados generen plataformas para que estén todas las voces a disponibilidad de esos nuevos públicos.
CI – Recientemente, has sido víctima de un hecho lamentable en el cual sustrajeron todos tus elementos de trabajo ¿Considerás que fue una forma de amedrentamiento?
CG – No fue un hecho delictivo, sino un atentado violento de contenido mafioso en mi casa. Fue un atentado contra la libertad de expresión. Por supuesto que esto tiene un impacto personal pero prefiero no transitarlo desde lo personal sino desde lo que pasa en la Argentina y sobre qué nivel de tolerancia vamos a tener. Porque esto no me pasa solamente a mí, sino que le está pasando a un montón de gente con menos visibilidad que la que yo puedo llegar a tener. Esto está sucediendo dentro de un contexto de violencia habilitada e incentivada que empodera a lo peor de nuestra historia, de nuestro país y de nuestra región. Por eso llamo a la reflexión, a los comunicadores, a todas y todos en general para que tomemos cuenta de que hay mínimos que son intolerables.
El periodismo argentino, su presente y su futuro
“Creo que en la Argentina hay una excelente calidad periodística. Lo que pasa es que esa calidad periodística excelente por lo general no transita las editoriales de los medios más importantes, de la comunicación de mercado, la comunicación líder. Pero te aseguro que en la Argentina hay un nivel de conciencia periodística y política (porque para mí van de la mano) de excelencia. Además, estos 12 años han sido de mucha formación. Creo que los nuevos periodistas van a ser muchos mejores que nosotros. Lo que pasa es que muchas veces eso no se traslada al sistema de medios líderes o al sistema de medios de mercado por una cuestión de política pública comunicacional.
Para mí la televisión siempre fue lo menos periodístico del sistema de medios. Son los lugares donde es más difícil hacer periodismo. Y eso no es de ahora, sino que es por su formato, por la espectacularidad de la imagen. Es el medio más espectacular y menos periodístico, por supuesto, con excepciones. Justamente, 6,7,8 no es que ahora no tiene lugar sino que es un formato y un contenido que sólo tenía lugar en los medios públicos, porque era la decisión de que los medios públicos balancearan poniendo las voces que no iban a poder transitar en el sistema de medios tradicional. Eso fue antes, fue hoy y siempre.
Cuando vos confrontás intereses de mercado directamente, desnudás los intereses ocultos de los medios, que intrínsecamente los tienen pero que no los quieren contar. El diario Clarín no les decía a sus lectores en el 2008 que los directivos de La Nación eran socios del sector agropecuario y socios del sector que estaba intentando desestabilizar al gobierno. Esa confrontación es imposible hoy y siempre ponerla en discusión dentro de la comunicación de mercado. Por eso a mí me parece que los comunicadores populares o los periodistas comprometidos deben visibilizar y dar cuenta de esas situaciones”.