El desafío de aprender a escribir sin excluir, a partir de un lenguaje no sexista, y, por otra parte, visibilizar las exclusiones, utilizando lenguaje inclusivo. Dos aspectos parecidos pero diferentes.

Por Dra. Cynthia Ottaviano*
Cuando aceptamos el desafío de pensar las distintas formas de ver la vida y el mundo, aceptamos también una invitación a reflexionar en torno de las representaciones de esa vida y ese mundo. Las democracias se constituyen de ese consorcio de ideas, de visiones, de formas de expresión. Ocurre que la construcción hegemónica, patriarcal hetero-normativa va a contramano y perjudica a los grupos históricamente vulnerados.
Si decimos que el lenguaje promueve pensamientos, identidades, estamos diciendo que contribuye a esta determinación del mundo. O de un mundo. O de muchos mundos en un mundo. Con lo cual, podemos pensar en mundos que dialogan y que tienen relación de modo constante y permanente. Creo en el poder performativo de la palabra, de manera que, si la palabra determina el mundo, o crea mundos, también tenemos que reconocer que estas son disputas de poder. Esta es la batalla cultural que estamos dando.
El desafío es construir una comunicación inclusiva, no sólo un lenguaje inclusivo o no sexista. De modo que hay que pensar en un espacio más grande que tiene que ver con democratizar la propia vida, como una forma de buscar la erradicación de las violencias y discriminaciones.
Estas nuevas formas emergen en todas las facetas de la vida, por supuesto también en la académica. Las universidades se encuentran en un momento complejo, en el que empiezan a reflexionar sobre la incorporación del lenguaje inclusivo o del lenguaje no sexista. Aún no han determinado su alcance, aunque hayan declarado su uso.
La Universidad Nacional de Avellaneda, por ejemplo, ha tomado iniciativas en ese sentido a través de la redacción de su estatuto en lenguaje no sexista; la publicación de un manual de estilo y normas de redacción con la misma impronta; el reconocimiento del uso de lenguaje inclusivo en cualquiera de sus modalidades como recurso válido en las producciones realizadas por estudiantes, docentes, no docentes y grupos de investigación; o el dictado de propuestas educativas sobre el tema, como el curso de posgrado “Nuevas prácticas y saberes para una comunicación inclusiva y lenguaje no sexista”.
Sin embargo, el lenguaje inclusivo propone diversas alternativas aún no consensuadas: en algunos casos el uso de la “e” en todas las expresiones de género, en otros casos el uso de la “x” y en otros el “arroba”. El lenguaje no sexista propone distintas maneras -dentro de la propia lengua y sus acepciones consensuadas- de erradicar el uso del masculino a través de herramientas como el desdoblamiento, el cambio de sujeto. Creo en una tercera posición, en volver a aprender a comunicarnos erradicando el masculino como genérico, de una manera clara y posible, a la vez que visibilizar la lucha política con el uso de la “e” como alternativa.
Por eso tenemos que predisponernos a una reprogramación, a un nuevo aprendizaje. Nos han enseñado de manera discriminatoria. La idea, primero, es aprender a escribir sin excluir, aprender a utilizar un lenguaje no sexista. Y luego visibilizar las exclusiones, utilizando lenguaje inclusivo. El primer punto es cómo hago para no discriminar. El segundo, cómo hago para visibilizar. Son dos cosas parecidas pero diferentes.
Las organizaciones sociales discuten en clave política, discuten el todos y todas. El tod@s, o el todxs, o el todes. Entonces, para mí, estas son las variables que hay que tener en cuenta, pero sabiendo que no hay un consenso aún. Podemos ser actores clave de la búsqueda de esos consensos. No creo que, en la universidad, cuna del conocimiento, se produzca sin posibilidad de lineamientos y acuerdos mínimos. Me parece que debe promoverse un debate.
Este es el mundo que tenemos en este momento histórico. Pero tenemos que continuar pensando en el tiempo por venir, en el nuevo mundo por crear.
* Directora de la Especialización en Comunicación y Derechos Humanos | UNDAV.
Marzo 2021 | Edición #91