Mirada internacional

Por Pedro Brieger*
El imponente triunfo de Luis Arce al frente del Movimiento al Socialismo (MAS) por veinticinco puntos ha sorprendido a quienes cada día más dependen de las consultoras y encuestadoras para saber qué pasa en un país, como si fueran el único cristal con el que se puede observar el complejo entramado del tejido social.
Varios sondeos vaticinaban una segunda vuelta entre Luis Arce, del MAS, y Carlos Mesa, y algunos pocos una victoria de Arce en primera vuelta y por la mínima diferencia. Según las encuestadoras, se perfilaba un escenario similar a 2019, cuando el MAS obtuvo el triunfo por 10 puntos, cuestionado por la oposición y la OEA con su secretario general Luis Almagro como principal responsable de las denuncias de fraude.
La historia es conocida. El 10 de noviembre hubo un golpe de Estado. Evo Morales tuvo que escaparse para salvar su vida y dos días después asumió Jeanine Añez como presidenta de facto.
Muy lejos de su país, desde Buenos Aires, exiliado, Evo Morales le manifestaba -muy confiado y tranquilo- a su círculo más íntimo, que se ganaría con más del 50 por ciento en primera vuelta. Y así sucedió. El MAS redondeó un 55 por ciento de los votos (…).
La victoria del MAS se agiganta si se toma en cuenta la persecución y represión por parte del gobierno de facto que ni siquiera tuvo un proyecto claro más allá de destituir a Morales y la venganza como bandera. Esto salta a la vista con las idas y venidas de la presidenta de facto Jeanine Añez que se postuló como candidata para luego retirarse, la mala gestión económica, el racismo explícito, la represión y los personalismos de los representantes de las derechas y del antiguo orden que ni siquiera pudieron presentar una candidatura unificada.
Las derechas bolivianas, con todas sus diferencias y matices, no terminan de comprender cómo el MAS obtuvo esta victoria aplastante a menos de un año del golpe. En realidad, lo que no pueden aceptar es que la historia de Bolivia tiene un antes y un después de Evo Morales, aunque tal vez todavía sea demasiado temprano como para comprender su dimensión histórica.
* Nota publicada en Nodal.
Noviembre 2020 | Edición #89