Recuperar el trabajo, recuperar la nación:
la universidad pone “manos a la obra”

La UNDAV trabaja en articulación con diferentes experiencias productivas populares con el convencimiento de su relevancia y rol estratégico. Hoy, el sector nuclea a 390 empresas que contienen a más de 17 mil trabajadores/as a lo largo y ancho del país.

Foto ilustrativa
Desde el año 2001 a la actualidad, lejos de apagarse, el fenómeno de las empresas recuperadas ha seguido creciendo.

Por Prof. Facundo Harguinteguy*

Las vastas experiencias de recuperación de empresas por sus trabajadores/as se inscriben en las transformaciones socioeconómicas que desde mediados de la década de 1970 han puesto en el centro al capital financiero, desplazando la industria y alterando las condiciones de trabajo alcanzadas en la llamada “edad de oro del capitalismo” (señalada entre 1940 y 1970).

El desempleo, la flexibilización, precarización y tercerización laboral comenzaron a hegemonizar el mundo del trabajo, significando esto un reposicionamiento estructural de la clase trabajadora que afectó negativamente su poder de influencia en la lucha por la definición del orden social y económico. En nuestro país, dicho proceso se profundizó aceleradamente sobre finales del siglo XX y principios del XXI, generando un verdadero industricidio, junto a niveles inéditos de desempleo.

Empero, la contracara de este proceso, fue la maduración de nuevas formas de lucha y resistencia entre quienes eran expulsados de las fábricas: la ocupación y puesta en funcionamiento de las empresas que quebraban se convirtió en parte de un reservorio popular hace ya dos décadas. La recuperación de una fábrica implicaba, además, un proceso de reconfiguración en complejos productivos, culturales, sociales y políticos que se insertaban integralmente en el territorio en el que estaban alojados. Bachilleratos populares, centros culturales, escuelas técnicas, centros de formación de oficios, bibliotecas, comedores populares o medio de comunicación comunitaria son parte de las infinitas iniciativas que se acoplaban a lo estrictamente productivo.

Desde el año 2001 a la actualidad, lejos de apagarse, este fenómeno ha seguido creciendo, contando hoy con alrededor de más de 390 empresas que contienen a más de 17 mil trabajadores/as a lo largo y ancho del país. Esta experiencia histórica, no sólo ha conservado fuentes de trabajo frente a políticas neoliberales que las destruían, sino que ha demostrado dos cuestiones fundamentales: por un lado, la inapelable capacidad de los trabajadores/as para gestionar los procesos productivos; por otro, la importancia del sector para un desarrollo nacional que se vertebre en derredor de la clase trabajadora. Los últimos años fueron muy duros para el sector: la caída de la demanda, el aumento astronómico de las tarifas de energía y la apertura irresponsable de las importaciones golpearon con fuerza a las empresas recuperadas. Sin embargo, el nuevo gobierno nacional -a cargo del Dr. Alberto Fernández- ha dado un paso importante para el reconocimiento e institucionalización del sector creando la Dirección Nacional de Empresas Recuperadas, a cargo del histórico dirigente del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER), Eduardo “Vasco” Murúa.

Desde la Secretaría de Extensión Universitaria y la materia Trabajo Social Comunitario de la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV) -en articulación con diversas áreas de nuestra Universidad- venimos trabajando con diferentes experiencias productivas populares, convencidos del carácter estratégico de ligar la Universidad a los movimientos populares y, especialmente, a las organizaciones de la economía popular. En este tiempo, se ha abierto la posibilidad de trabajar integralmente con distintos estamentos del Estado. Es así que, por ejemplo, junto a la Dirección de Empresas Recuperadas y la ACUMAR, actualmente venimos articulando con el sistema universitario propuestas concretas de readecuación productiva que prioricen el trabajo a la vez que cuiden el ambiente.

En este complejo momento que atraviesa nuestro país y el mundo, apuntalar con profundidad un proceso de sustitución de importaciones, fortaleciendo un desarrollo propio que priorice la mano de obra y el valor agregado nacional exige contar con el robusto sistema universitario nacional en articulación y diálogo con las experiencias productivas que las empresas recuperadas vienen sosteniendo y donde las distintas capacidades estatales puedan complementarse.

Finalmente, es importante subrayar que los procesos de aprendizaje y construcción de conocimiento científico y tecnológico no pueden permanecer al margen de la construcción de una sociedad con justicia social. Nunca el conocimiento científico y la tecnología son neutrales. O brindan herramientas para acompañar procesos de emancipación nacional y social o reproducen las relaciones sociales de injusticia. En este sentido, recuperar las demandas cognitivas populares en la agenda universitaria y reconocer la capacidad epistémica de los sujetos colectivos que resisten y crean alternativas de vida frente a los crecientes procesos de exclusión implica un punto de partida ineludible.

En la tradición argentina, el trabajo resulta un eje estructurador de la vida social. Por eso, recuperar el trabajo implica recuperar un proyecto de nación que no puede desentenderse de pensar una ciencia y una tecnología que tenga como motivación el bienestar de las mayorías y no la maximización y posterior concentración de la ganancia en pocas manos.

* Profesor Adjunto de Trabajo Social Comunitario.



Reunión de trabajo en el Sindicato de Obreros Curtidores.



Noviembre 2020 | Edición #89