Nunca tanto como en este tiempo comprendimos que en el siglo XXI el derecho a la educación con sentido de inclusión debe ir de la mano del acceso a una conexión libre y gratuita, que avance definitivamente sobre la brecha digital aún existente.

Por Equipo de la Subsecretaría de Gestión Académica Bimodal | Secretaría Académica
A seis meses de ese primer día en que toda la comunidad educativa se transformó en “virtual” para sostener la continuidad pedagógica en todos los niveles del sistema, vale la pena detener el paso acelerado y volver la mirada hacia una experiencia única sobre la que vamos haciendo historia día a día.
Pensar un fenómeno global como es la pandemia mientras se la está transitando, es una pretensión ambiciosa. Porque, cada quien, en menor o mayor medida, está inmerso en un gran signo de pregunta al que se intenta responder todo el tiempo con argumentos endebles basados en cifras que se modifican a cada minuto, calendarios que se extienden, comunicados esperanzadores o pesimistas y, en el medio, nuestra vida en aislamiento. Sin embargo, a pesar -y gracias también- a esa incertidumbre, todxs tuvimos que crear estrategias para afrontar nuestra nueva cotidianidad. Y ser creativxs en tiempos de COVID es un valor que merece ser reconocido.
Dentro del campo educativo, variopintas estrategias se montaron con gran esfuerzo en el marco de la decisión política de continuar el ciclo lectivo, con la profunda convicción de garantizar el derecho a la educación. Clases plasmadas en plataformas virtuales, enviadas por email, publicadas en grupos de Whatsapp, desarrolladas por videoconferencia, grupos de estudio en redes sociales, videos educativos caseros y aún más, conformaron el gran paquete de la virtualización de la enseñanza en la coyuntura actual.
En ese escenario emergente, rápidamente apareció una preocupación como denominador común de toda la comunidad educativa relacionada con el carácter socializador de la escuela y la universidad. Preocupación que en la práctica devino en ocupación por no perder el vínculo con lxs estudiantes; por conocer si están bien, por hacerles saber que estamos ahí para acompañarlxs, aunque muchxs estemos aprendiendo al mismo tiempo con ellxs. Nos interesa rescatar en esta nota las particularidades del aspecto vincular que se da en un entorno virtual.
La ausencia de presencialidad física emergió como una dificultad imperativa que se manifestó en cada espacio de intercambio y discusión: ¿Es posible reemplazar el contacto personal? ¿Cómo se pueden generar los vínculos a distancia? ¿Se puede garantizar el aprendizaje?
Estos interrogantes, entre muchos otros, transparentaron de alguna manera los desafíos que vinieron por delante y aún continúan. Idear presencialidades -otras, múltiples- en un tiempo y espacio que se tornan heterogéneos, puede ser la oportunidad para re-pensar, re-diseñar y edificar ese contacto tan preciado entre docentes y estudiantes en una comunicación mediada por dispositivos multimediales. Intentar el reemplazo del contacto corporal, inevitablemente devendrá en frustración.
En consonancia con esa búsqueda por sostener el vínculo pedagógico, que implicó una transformación en las prácticas docentes habituales; se sumó la preocupación por cómo lograr el encuentro entre pares en un entorno tecnológico, y aún más, cómo hacer para que estos encuentros perduren. El nuevo mapa donde se cristalizan las relaciones de este tiempo invita a revisar, definir y concretar estrategias dirigidas a construir lazos y conducir el afecto, la motivación y la presencia emotiva por canales alternativos a los transitados pre-pandemia.
La última cuestión (aunque podríamos haber comenzado por esta ya que es determinante de las anteriores) es la necesidad de poner sobre la mesa la inquietud que sobrevolaba la agenda educativa antes del COVID-19 pero que tomó fuerza en este nuevo contexto: el derecho a la conectividad digital. Nunca tanto como en este tiempo comprendimos que en el siglo XXI el derecho a la educación con sentido de inclusión debe estar de la mano del acceso a una conexión libre y gratuita que avance definitivamente sobre la brecha digital aún existente.
Finalmente, queremos realizar un fuerte reconocimiento al trabajo duro de estudiantes, docentes, nodocentes y toda la comunidad educativa de la UNDAV en su conjunto por estar a la altura de las circunstancias en una realidad distópica. Esta cotidianidad que entendemos no es solamente un paréntesis con carácter de excepcionalidad, nos convoca a potenciar en el futuro los aprendizajes de este presente: pensarnos en colaboración, construir a partir del debate, ser creativos en la incertidumbre y aprovechar las tecnologías para potenciar la enseñanza, siempre con mirada crítica.

Septiembre 2020 | Edición #87