Editorial

Reflexiones sobre nuestro décimo aniversario,
en tiempos de pandemia

Por Ing. Jorge Calzoni | Rector de la Universidad Nacional de Avellaneda

En tiempos “normales” estaría escribiendo acerca del nuestro 10º aniversario y, pandemia mediante, no dejaremos de lado una fecha tan significativa para la historia de la UNDAV. A través de la publicación de efemérides venimos recordando el inicio del primer ingreso, del primer ciclo lectivo, de las primeras inauguraciones. En fin, los primeros pasos de una institución que continuamos construyendo, ahora sí, con los claustros y la comunidad toda.

En aquellos primeros tiempos éramos pocos/as y demasiadas tareas por delante. Vaya mi agradecimiento a todos y todas. Extraño a quienes ya no están con nosotros, como Luis Fogliazza y Raúl Giandana. Entre todos/as fuimos capaces de elaborar el Proyecto Institucional Universitario (PIU), el primer Estatuto, aquellos documentos que nos permitieron, no sólo comenzar, sino también construir el entramado institucional, democrático, plural y colectivo, arcilla que aún va transformándose continuamente en identidad, en el “orgullo UNDAV”.

Y ese orgullo es el espejo en donde se reflejan graduados/as, nodocentes, estudiantes y docentes, nuestro querido Consejo Social, nuestra Escuela, nuestros/as investigadores/as… nuestra UNDAV.

Seguiremos reflexionando sobre nuestra práctica cotidiana, la gestión universitaria, compleja y dinámica para el siglo que transitamos. Pero, hoy, atravesamos una impredecible pandemia que está golpeando de manera sistemática y global a todos los países y continentes.

Claramente, la crisis ex y post - pandemia exige un abordaje colectivo; nadie se salva solo y, tal vez, este virus lo muestre de una forma contundente. En una videoconferencia del Comité Ejecutivo de la Unión de Universidades de América Latina y el Caribe (UDUAL) nos lamentábamos de la pérdida de la UNASUR, del escaso funcionamiento de la CELAC, de los cortocircuitos en los espacios regionales, como por ejemplo el MERCOSUR. Claramente, el mundo futuro no será igual en lo económico, político, social, sanitario y educativo; ojalá sea un mundo mejor.

Si bien venimos debatiendo hace rato acerca de la acreditación académica de las universidades, hoy se torna imperioso una definición coyuntural más amplia referida a saberes (populares, oficios, alternativos), conocimientos (vinculados a diversas tecnologías) y cuestiones científicas (vinculados a la investigación e innovación). Venimos pensando en redes, observatorios regionales y temáticos capaces de dar respuestas rápidas y eficaces a problemáticas imprevistas.

Lo que queda claro en el marco de la pandemia es que no sólo es necesario un sistema de ciencia y tecnología e instituciones universitarias bien financiadas, sino también una verdadera vocación de las políticas públicas preparadas y dispuestas a servir a la gran mayoría de la población, dado que las elites se han mostrado impotentes e insensibles ante las grandes catástrofes padecidas.

Con enorme sabiduría y precisión, el Papa Francisco abordó en las últimas Pascuas la situación presente de una humanidad aterrada ante una pandemia que pareciera dar vuelta todos los preceptos de una sociedad que naturalizó la desigualdad, la pobreza y tantos males contemporáneos. Decía Francisco en una nota periodística: “Dios perdona siempre, las personas a veces, pero la naturaleza nunca perdona”.

Tal vez, este tiempo de cuarentena nos permita reflexionar sobre ese presente – pasado y poder soñar con un futuro mejor; y, quizás, el décimo aniversario nos encuentre transitando dicho camino.

Mayo 2020 | Edición #84