Preguntas en el espejo

Hoy, el lugar de centralidad inobjetable que alguna vez supo tener el periodismo ya se desmoronó, y con él buena parte de su poder.

Foto ilustrativa

Por Santiago Albarracín | Director de la Licenciatura en Periodismo | UNDAV

Cada Día del Periodista nos miramos en el espejo y, junto a las preguntas de siempre, surgen otras nuevas del contexto en el que nos formamos o en el que desarrollamos esta apasionante profesión.

En estos últimos quince años -por fijar un hito en los 21 Puntos- fuimos entendiendo que la producción de los medios -y la de sus periodistas- no constituye un reflejo inequívoco de la realidad, lo que sumado al compromiso político y social de muchos de sus actores lleva a replanteos en el ejercicio de la profesión.

En este tiempo cambiamos de pretensión: en lugar de exigir a los medios una objetividad que no existe, empezamos a pedirles que nos aclaren desde qué lugar informan, opinan o sugieren las cosas que dicen. El debate de ideas en esta parte del planeta es -¿cómo decirlo delicadamente?- pasional, pero el ejercicio de la profesión requiere de una dosis de respeto que no siempre logramos alcanzar. ¿No hay consenso? No importa, no es una obligación alcanzarlo, pero sí tenemos que exigir que haya debate, que las ideas circulen, choquen y así se reformulen, que crezcan y que no sean aplastadas por la fuerza del más fuerte.

Hoy, de cara a un nuevo proceso electoral que pueda renovar este clima de desazón colectiva, tenemos una nueva oportunidad de desempeñar la tarea de proveer información de calidad a una ciudadanía que la toma -cuando la toma- con desconfianza. Y en buena hora que despliegue sus defensas ante tantas fake news, tantas operaciones, tantas ansiedades en lanzar primicias sin chequear.

La búsqueda de fuentes diversas, el chequeo de los datos, la elaboración de la información, la responsabilidad de lo publicado, el compromiso con los lectores y las lectoras, la escucha atenta a las demandas de los públicos no parecen haber sucumbido ante el aluvión tecnológico. Los principios básicos de lo que entendimos que era el buen periodismo están vigentes, pero ese lugar de centralidad inobjetable que alguna vez supo tener la profesión ya se desmoronó, y con él buena parte de su poder. ¿A dónde se está yendo ese poder? No lo sabemos y es lo que nos mueve a seguir indagando.

Junio 2019 | Edición #75