Hacia la CRES 2018 | Séptima entrega

Hacia un nuevo manifiesto de la educación superior latinoamericana

A cien años de la Reforma Universitaria de Córdoba, ésta debe ser comprendida como un desafío activo para ser rigurosos con nuestro presente y, sobre todo, proyectarnos hacia el futuro.

Por Ing. Jorge Calzoni | Rector | Universidad Nacional de Avellaneda

El Centenario de la Reforma Universitaria de 1918 es, sin dudas, un acontecimiento de singular importancia. Desde estas páginas, en los últimos meses, hemos producido una serie de entregas que se propusieron, precisamente, aportar al debate sustancial que requiere la exigencia de producir un nuevo Manifiesto de la Educación Superior Latinoamericana. (Re)pensar la Reforma es, en primer lugar, no considerarla «un hecho del pasado», sino comprenderla como un desafío activo y agente para ser rigurosos con nuestro presente y, sobre todo, proyectarnos hacia el futuro. Y creemos que pensar la Reforma en clave de futuro significa poner en evidencia la actualidad de sus postulados y reconocerla y comprenderla en su tensión histórica, recuperando la extraordinaria vitalidad de su legado.

Cuando se cumplían dieciocho años de la Reforma, Deodoro Roca promovió una encuesta, desde su periódico Flecha, y se permitió reflexionar acerca de aquellos acontecimientos para reafirmar su importancia radical y sopesar sus realizaciones incumplidas. Lo consideraba el movimiento de juventud más rico y germinativo de América latina desde su emancipación política. No negaba su contorno pequeñoburgués y, sin embargo, eso no le impedía valorarlo en su potencia vivificante: “Hay grandes ríos que comienzan en un ojo de agua”.

Roca pensaba que la Reforma había comenzado como una discusión en torno a la penuria docente de unos cuantos “maestros pintorescos, pedantes y dogmáticos”, para convertirse en un proceso de impacto continental. Poco menos de veinte años después, su visión era algo amarga: en la “Universidad Plutócrata” la penuria seguía siendo la misma. La Reforma —afirmaba Roca— “fue todo lo que pudo ser” y, en esa reflexión entre apesadumbrada e imprescindible, concluía que sin reforma social no podía haber reforma universitaria. “Aquel movimiento pequeñoburgués y romántico de 1918 es hoy un movimiento social caudaloso y profundo. Está ganando el mundo juvenil, pues hoy la juventud comprende bien que no puede haber reforma educacional `a fondo´ sino con reforma social también de fondo”. En su reflexión se mezclan una cierta aflicción y una esperanza no contingente. Y es que era muy difícil pensar en la conformación de un verdadero sistema universitario amplio y democrático —precisamente como conditio sine que non para una realización plena de las bases liminares de la Reforma de 1918—, sin la gratuidad. Sin embargo, ese aspecto nodal habría de cumplirse recién en 1949. Algo que, durante décadas, la historiografía oficial omitió incluso en textos destacados de historiadores y divulgadores de primera línea (como Félix Luna y Tulio Halperin Donghi). En efecto, el Decreto 29337, firmado el 22 de noviembre de 1949, suspende el cobro de aranceles en las universidades nacionales argentinas que pasaban, así, a ser gratuitas.

Foto: Adriana Galli.

Esta medida impulsaba la inclusión de sectores antes marginados del capital cultural más elevado de nuestro país y permitía, además, considerar a la educación universitaria no como un privilegio, sino como un derecho social. Algo que no habían soñado los reformadores del 18, y que recién en la Conferencia Regional de Educación Superior de América Latina y el Caribe de 2008 (casi sesenta años más tarde), habría de sancionarse como propósito central y demanda efectiva para el conjunto del sistema universitario de la región. En aquel próximo y lejano 1918, una crítica sustancial del movimiento reformista se dirigía hacia un modelo de sociedad sobre el que se instituía un régimen de dominación y segregación en el que se articulaban la colonialidad del saber y la colonialidad del poder. También aquí es posible advertir la actualidad y significación del desafío que afrontamos.

Es nuestro deseo que la III Conferencia Regional de Educación Superior de América Latina y el Caribe 2018 recoja la riqueza de los debates que se vienen sucediendo, ratifique la Declaración Final de su predecesora y considere a la educación superior un bien público social, un derecho humano y universal y un deber del Estado. Es ese el papel estratégico que debe jugar en los procesos de desarrollo sustentable de los países de la región. Y esa es la convicción que nos anima.

Junio 2018 | Edición #65