El patrimonio industrial de Avellaneda es una “historia viva”

En la lógica cultural de la contemporaneidad, rescatar los valores materiales e inmateriales desde la UNDAV debe ser una tarea colectiva.

Por Mgr. Arq. Martín Carranza | Prof. Adj. de Fundamentos de la Arquitectura Contemporánea en la carrera de Arquitectura de la UNDAV.

“(…) Amanece, la avenida desierta pronto se agitará. Y los obreros, fumando impacientes, a su trabajo van. Sur, un trozo de este siglo, barrio industrial”. Este fragmento de la canción Avellaneda Blues (1970) perteneciente al grupo de rock argentino Manal da cuenta de un imaginario urbano que incita a preguntarnos: ¿Avellaneda ha dejado de ser un suburbio portuario e industrial de Buenos Aires? Es cierto que la ciudad ha sido atravesada por el proceso de globalización post-industrial, sin embargo, pareciera persistir una invisible resistencia cultural en sus “duendes de hormigón”, patrimonio industrial que en la actualidad sigue identificando la vida cotidiana del ciudadano de a pie.

En ese sentido, la impronta de la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV) da cuenta de esa representación simbólica a partir de la estructura edilicia -de origen fabril- que contiene cuatro de sus sedes: el ex “Mercado de Abasto” (sede central y Rectorado), los ex “Lavaderos Alonso” (Sede Pineyro), la ex Fábrica de vidrio “Pappini S.A.” (sede en construcción) y la ex Fábrica “Italo” -Compañía Argentina de Electricidad- (Sede 12 de Octubre). De la reprogramación funcional de este escenario emerge con fuerza la carrera de Arquitectura, Diseño y Urbanismo como una “nueva factoría”.

En suma, la transformación de este sitio hoy nos permite proyectar “el habitar” de los vecinos como el diálogo fluido entre una tradición y una modernidad reconocible en cada barrio a través de las huellas tangibles e intangibles de su cultura material, incluyendo en esa interacción la conciencia historiográfica del “ser habitante”. Lograr que estas líneas de indagación arriben a una síntesis integral y verbalice el saber tácito resignificando lo real, lo simbólico y lo imaginario de Avellaneda, será el desafío de un proyecto institucional desde el cual sea posible -parafraseando al arquitecto R. Moneo- “dar gracias a la arquitectura” por permitirnos “ver el mundo con sus ojos”.