Vicente Zito Lema

“Lo bello y lo justo pueden ser posibles en este mundo”

Amigo de Rodolfo Walsh y Julio Cortázar, el reconocido poeta y pensador argentino que la UNDAV tiene el honor de tener en su cuerpo docente habla acerca de su vida y obra, y de las complejidades del presente, sin caer en la resignación de la desesperanza.

“Como diría Rodolfo Walsh, hay épocas en las que los intelectuales y los artistas tenemos la obligación de hablar”, dice con voz firme del otro lado del teléfono. Y Vicente lo hace. A su modo, con sus obras, en sus obras y por sus obras, Vicente habla. Aún cuando calla, Vicente dice. Sus silencios, edificados con la sutil cadencia de la nostalgia y el recuerdo, dejan entrever sus días de mocedad, las palabras del olvidado Jacobo, ese sol en una tarde de invierno, la luz que lo cambia todo, las voces que gritan “¡Qué hable, Vicente! ¡Qué hable Vicente!”, los consejos de Walsh, las charlas interminables con Cortázar, las jornadas de trabajo junto a Haroldo Conti y Juan Gelman. La lucha. El exilio. Y esos “trenes a las estrellas”. Sí, sobre todo eso. Los que salen una vez en la vida en una alocada búsqueda de la belleza, del amor, de lo justo. Vicente es Vicente Zito Lema. Y Vicente habla.

con información - “Usted cree demasiado en la poesía, le espera una vida difícil”, le dijo el poeta Jacobo Fijman en el Hospital Borda hace ya 49 años. ¿Qué le diría a Jacobo si hoy pudiera hablarle?
Vicente Zito Lema- Le diría que la vida siempre es difícil en la medida en la que uno se comprometa buscando la verdad. Y, más todavía, si uno entiende que esa verdad tiene que ir armoniosamente con lo justo, en el sentido de lo social, y con lo bello, en el sentido estético y trascendente de nuestra existencia.

Pero, también le podría decir, ya cumplidos mis 77 años, que si uno tiene la posibilidad de elegir ese camino de la poesía es como estar frente a esos trenes a las estrellas que salen una vez y que, si pasan cerca tuyo y no lo tomás, perdés una de las oportunidades más valiosas que un ser humano puede tener. Y, desde mí, puedo decir que hice bien en haber elegido ese tren a las estrellas porque, aunque no llegue a ninguna, y más de una vez en la vida cotidiana me sienta estrellado por las injusticias que abundan, sigo pensando que lo importante no es llegar al destino, sino viajar. En mi vida no he dejado de viajar y uno ya puede mirar en el espejo su propio destino. Puedo decir, humildemente, pero con orgullo a la vez, que no tuve miedo el día que subí a ese tren. Es maravilloso.

Y si como viejo poeta y docente puedo dar un consejo para los que puedan leer la revista de nuestra Universidad, es que si ven el tren, corran y suban, y que si no lo ven, se animen a buscarlo. Y, si no hay otra posibilidad, que hagan el esfuerzo gigante de, junto a otros, construir el propio tren.

ci- ¿Y cómo fue esa corrida suya al tren cuando estudiaba Abogacía y la poesía, tal vez, quedaba un poco lejos?
VZL- A mí me movió siempre, y mucho, la búsqueda de lo justo y me importaba lo justo en el mundo de lo social. Y cuando yo empecé a estudiar en la década del 50, una de las pocas vías que había para acceder al conocimiento de lo social era la carrera de Abogacía, que entonces era de Derecho y Ciencias Sociales. No es que yo sólo buscaba el conocimiento de la ley. Buscaba el conocimiento de la ley pero en ese mundo que yo podía intuir como la filosofía del derecho, la sociología del derecho, la antropología del derecho. Es decir, lo que yo buscaba era instrumentarme para entender la realidad social, básicamente. Porque para mí la realidad siempre transcurre en el ámbito de los vínculos. Es decir, yo veo a un sujeto no sujetado o suelto, sino siempre en vínculo con los otros seres humanos. Ese era el ámbito que me movía.

Y esa búsqueda de lo justo social, de la dignidad humana, que yo veo en el conocimiento y en la práctica de los derechos humanos, nunca lo vi como contrario o dilemático con la búsqueda de lo bello. Se puede buscar lo justo, puede uno sentir como propio el dolor del otro por las injusticias y puede usar las armas del derecho, la filosofía, la poesía, la historia y la comunicación en forma coherente, armónica.

Y los instrumentos que he usado, también la psicología social, de la mano de mi maestro Enrique Pichon-Rivière, uno de los fundadores de esa ciencia, pueden ser vistos como una manera de querer ser parte del mundo pero no pasivamente, sino críticamente y con una crítica dinámica, activa. No sólo entender la realidad, sino estar convencido y poner el cuerpo detrás de ese convencimiento de que lo bello y lo justo pueden ser posibles en este mundo, que es allí donde verdaderamente se juega la partida de la vida.

ci- “Vicente se alzó en las tribunas y más allá de la multitud vio a su mujer y a sus hijas jugando en el prado con las vacas y los perros, entonces se olvidó de las consignas políticas y se lanzó a hablar del amor y la belleza. Desde abajo le tiraban del saco, pero no había manera de pararlo”, recordaba Eduardo Galeano sobre un discurso suyo en 1971. ¿Cómo sobreviven y persisten en su obra el amor y la belleza en un mundo en constante guerra y donde, como usted ha dicho, la paz es una excepcionalidad?
VZL- Primero, me traes recuerdos de un entrañable amigo que no está en nuestras vidas cotidianas por más que esté en el lugar de la memoria, que es Eduardo Galeano, con quien compartimos tantas historias, luchas y trabajo. Vos sabés bien que compartimos con Eduardo la revista Crisis, una de las revistas más hermosas que ha dado la cultura latinoamericana. Ahí estaba también Haroldo Conti, Juan Gelman, en fin, un montón de amigos, muchos de ellos ya fallecidos, que están vivos en lo que han escrito y en lo que han hecho.

Y en relación a aquel día, que no olvido, fue un día fuerte porque habíamos hecho una huelga de hambre para protestar contra la dictadura militar de la época que, como es habitual en las dictaduras, llevaba gente a las cárceles en contra de toda ley y de todo humanismo.

Recuerdo que nos pusieron una bomba muy potente de la cual nos salvamos de milagro. Estábamos en una iglesia que quedó absolutamente destruida, pero nosotros salvamos nuestras vidas. Ese hecho causó tanta conmoción pública que, incluso, renunció el ministro del Interior de la dictadura. Se vio como un triunfo popular y hubo una concentración gigantesca en una plaza muy popular de ese barrio obrero, casi en los límites de la Capital Federal. Los que lo organizaban eran compañeros de todas las tendencias revolucionarias, desde el peronismo, cristianismo, marxismo, en todas sus formas, y había que ponerse de acuerdo en quién tenía que hablar. Y no había mucho acuerdo porque todos tenían ganas de decir cosas. Y, de golpe, entre todos los que discutían, como no se ponían de acuerdo dijeron: “Qué hable Vicente, que nos representa y todos lo respetamos”. Y hubo una reunión como de una hora donde, como suele pasar cuando hay que dar un discurso que unifique a todos, había como 30 puntos y no se terminaba más de ponerse de acuerdo sobre todo lo que había que decir. Y también es cierto que subí al escenario y que mi corazón estaba lleno de alegría. Era en horas de la tarde; era invierno, pero con esos soles que se suelen dar en nuestro país, que lo distinguen. Eso lo aprendí en el exilio en el norte de Europa; puede hacer frío en invierno, pero cuando el sol aparece es como una luz que cambia todo. Todas esas circunstancias estaban ahí y yo en lugar de cumplir con el mandato político de punto 1, punto 2 y punto 3…, empecé a hablar de lo que estamos hablando acá que es lo que siempre mueve mi vida, de esos trenes a las estrellas, de los vínculos amorosos entre los que luchamos por cambiar el mundo, de la necesidad de, en momentos difíciles, superar las diferencias y encontrarnos en las coincidencias. Y hablé de esa luz que nos iluminaba y de ese amor que siempre está presente en las alegrías de la vida. Bueno, dije un poco de todo eso y, primero, los compañeros escuchaban con asombro porque no estaba nombrando ninguno de los puntos del acuerdo, pero fue tan especial que al rato la gente empezó a aplaudir y a cantar y se convirtió en una fiesta, por más que yo haya olvidado de decir uno por uno todos los puntos políticos. Porque, en el fondo, detrás de todas esas enunciaciones políticas, creo que estaba ese hálito de unidad en cambiar el mundo sin renunciar al amor.

ci- Hablaba de Holanda. ¿Con qué sentimientos recuerda aquellos años de exilio en Europa?
VZL- En este momento, sentimientos de mucha alegría. Holanda es el amor de mi mujer holandesa, de mi hija que nació en el exilio y de mi nietita que también nació en Holanda. Es decir, que el vínculo es profundo. Lo que se inició como tristeza, porque no hay que negar que el exilio es duro, se transforma ahora en este amor que acompaña estos años que estoy viviendo.

ci- Hemos vivido el cuadragésimo aniversario del secuestro y desaparición de Rodolfo Walsh. ¿Cómo lo recuerda a Rodolfo?
VZL- Primero, lo recuerdo como a un gran amigo. Como alguien con quien, aparte de la amistad, compartí sueños y trabajos. Por ejemplo, nosotros estuvimos juntos en una de las primeras revistas de derechos humanos que se dictó en aquella época, la revista Liberación. Recuerdo que Rodolfo Walsh, Julio Cortázar y Agustín Tosco eran el Consejo de Dirección de la revista y ellos habían decidido que yo fuera el director. Decir eso para mí es el más grande Premio Nobel que alguien me haya dado.

Y en el caso estricto de Rodolfo, al igual que Osvaldo Bayer, que otros escritores, periodistas y militantes de aquella época, como David Viñas o León Rozitchner, eran como 8, 9 o 10 años mayores que quienes éramos en verdad los que representábamos la generación del 60 y 70. Y, aunque no eran muchos los años, para mí Rodolfo Walsh era como el maestro, por más que nos tuteábamos y que tomáramos vino en una esquina a la noche después de hacer un trabajo, fue eso, un hermano mayor. Y como maestro, tenía varias virtudes y defectos. Entre las virtudes, una vocación de trabajo absoluta. En la vida cotidiana y en el trabajo era tan exigente con él como con nosotros. Era esa pasión que lo desbordaba. Pero en el caso de Rodolfo esa pasión siempre fue a caballo de una gran rigurosidad con él y con nosotros. No perdonaba nada. Si te tenía que discutir, lo hacía sin falsa piedad. Buscaba la verdad a fondo y no tenía miedo en decir la verdad y pelear por ella. Es un ejemplo en el sentido de la coherencia de la cual yo hablaba antes. Si hay alguien que fue coherente entre la gente que conocí, ahí está Rodolfo. Pagó con su cuerpo cada palabra.

ci- ¿Cómo vivió el proceso creativo de “Eva Perón resucitada”? ¿Qué lo movió a llevar a cabo la obra?
VZL- Allí todo también se liga con la alegría. Yo no soy de los que cree que uno solo escribe cuando siente angustia o cuando siente dolor. Eso existe muchas veces. Pero también existe la alegría y la decisión de contribuir a cambiar el mundo. Yo he escrito mucho sobre Eva Perón. Siento pasión por ella desde niño. Para mí es uno de los grandes modelos de seres humanos que uno tiene que tener en la vida si quiere construir una vida mejor que la vida que recibe.

Aristóteles, en sus recomendaciones sobre la literatura, dice que los poetas y la gente que hace teatro -que para él son los verdaderos poetas-, tienen que escribir sobre los grandes héroes humanos. Y creo que de alguna forma yo lo hago. No quiere decir que lo haga bien, pero sí que lo hago. Esos grandes héroes humanos para mí pueden ser Eva Perón, pero también pueden ser las Madres de Plaza de Mayo, los soldaditos de Malvinas o piqueteros con la dignidad gigante que tuvo Darío Santillán. Para mí esos son los verdaderos héroes de la vida.

Yo siento que el advenimiento de este nuevo gobierno es un hecho trágico para la sociedad argentina, pero especialmente para los que están históricamente excluidos, para los que sufren en el sufrimiento, para los sectores más abandonados. O, como diría Eva Perón, nuestros descamisados, nuestros humildes -esa palabra hermosa que ella usaba con tanta potencia-. Y yo digo que hay que luchar con las armas que uno tiene para cambiar la realidad. Yo soy un escritor. Soy un hombre que escribe poesía, teatro y pensamiento. Y pensé que podía escribir una obra de teatro que diera cauce a presentar como modelo de vida, de pensamiento, de conducta, de amor, una figura en contra de esa figura que la sociedad había elegido como representante de los intereses políticos de nuestra sociedad que a mi criterio era nefasta. Y pensé entonces que escribiendo sobre Eva Perón podía luchar para cambiar esta realidad política. Como diría Rodolfo Walsh, hay épocas en las que los intelectuales y los artistas tenemos la obligación de hablar. Y yo he hablado al terminar la obra y con las obras.

ci-Luego de que Ernesto Sábato escribiera “Antes del Fin” percibió que el mensaje carecía de luz y publicó “La resistencia”. Ya hablamos del amor, de la guerra, de la paz… ¿Que sitio ocupa la esperanza en su pensamiento? VZL- Uno de mis maestros fue el fundador de la Psicología Social, Enrique Pichon-Rivière. Y tengo un libro que se llama Conversaciones con Enrique Pichon-Rivière sobre el arte y la locura. En un momento dado del diálogo, al estilo socrático, yo le pregunto a él lo que vos me preguntás a mí. Y el maestro Pichon me contesta: “la esperanza sí que nunca se abandona, pero esperanza planificada”. Y ahora hablo desde mí. Es decir, no se trata de una esperanza que deposita la resolución de los conflictos, de las angustias y de los dolores en algo mágico o en algo religioso, por más respeto que yo tenga por las religiones. Sino que entiendo que lo que me quiso enseñar aquel día Pichon es que se trata de materializar esa esperanza, de planificarla para llevarla del campo de lo ideal al campo específico de la materialidad humana.

Mantener la esperanza pero no como algo incierto, sino como algo potente, desafiante, que se construye junto con los otros, amando a los otros y sintiendo que en ningún libro de la historia está escrito que el destino del hombre, de los seres humanos, es la tristeza. Por el contrario, yo creo que es posible pensar en la alegría social. Y en esa alegría social hay muchos que van a plantarse para que no suceda, porque la alegría social se contradice absolutamente con la alegría de un sector social que quiere apoderarse de toda la riqueza del mundo, de los bienes materiales, espirituales, del arte, de la belleza, del bienestar económico; quieren apoderarse de todo. De eso se trata. Luchar junto al otro para que la alegría sea el resultado de una esperanza planificada.


Sobre Vicente Zito Lema
Poeta, dramaturgo, periodista, pensador, abogado y docente argentino nacido en Buenos Aires en 1939. Trabajador de revistas como Liberación, con Julio Cortázar y Rodolfo Walsh, Nuevo Hombre, y Crisis junto con Eduardo Galeano, Haroldo Conti y Federico Vogelius. Fundador y director de las revistas Cero y Talismán. Exiliado en Holanda durante la última dictadura cívico - militar. Discípulo del creador de la escuela de psicología social, Enrique Pichon-Rivière, y del poeta Jacobo Fijman. Fundador de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo. “Doctor Honoris Causa” por la Universidad Nacional de Río Cuarto.


La universidad como campo de formación crítica
“Una universidad debe ser un campo de formación crítica. Es decir, estoy en contra de esa idea liberal de unir la universidad con la formación de profesionales de gran prestigio y solvencia, como si fuera una fábrica que produce buenos coches para buenos clientes que los pueden pagar.

No es que esté en contra de la buena formación. Lo que estoy disputando es qué se entiende por buena formación. Porque una formación técnica que no tenga un destino trascendente, insisto, convierte al egresado de una universidad en un profesional que, con suerte, puede ser un profesional exitoso. Y yo tengo otra idea de la universidad. Es un espacio para construir la vida, la profundidad de la vida en una búsqueda de la verdad, en el establecimiento de potentes lazos amorosos en la formación de las construcciones sociales. Un espacio en donde te den una aguda formación crítica pero donde también, como alguna vez escribiera Rodolfo Walsh, te capaciten para sentir como propio el dolor ajeno”.