Género y Diversidades

Ley Micaela: una capacitación obligatoria y permanente que apuesta a un cambio estructural

Desde el mes de junio, la UNDAV capacita en géneros y diversidad sexual al claustro no docente.

Foto ilustrativa

Por Lic. Victoria Primante*

Desde el mes de junio, la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV), a través de su Programa Transversal de Políticas de Género y Diversidades -dependiente de la Secretaría de Bienestar Universitario-, y en articulación con el sindicato ANDUNA, se encuentra capacitando en géneros y diversidad sexual al claustro nodocente, en cumplimiento de la Ley 27.499, conocida como Ley Micaela, y en continuidad con el trabajo realizado con autoridades y docentes.

Tal como lo estipula la mencionada ley, las capacitaciones se vienen desarrollando de manera obligatoria y permanente. Obligatoria porque cada una de las personas que desempeñan un rol dentro de una institución pública, como lo son las universidades, cumple una función social, con la responsabilidad que ello acarrea. Si las universidades han comprendido la necesidad de revisar sus históricas lógicas de construcción, si han abrazado la convicción de cuestionarse y transformarse, y han tomado la decisión política de hacerlo, es menester que todas y cada una de las personas que componen el sistema universitario atraviesen ese proceso, sin que ello quede librado a la buena voluntad o el interés personalísimo de cada quien.

Por otro lado, pero muy ligado a lo que se viene expresando, emerge la necesidad de que las capacitaciones sean de carácter permanente. Como sabemos, la forma en la que actuamos, pensamos, sentimos y nos vinculamos se encuentra moldeada por el proceso de socialización que todas las personas hemos atravesado -y seguimos haciéndolo- a lo largo de nuestra vida. Ese proceso de socialización se ha dado dentro de los márgenes de un sistema patriarcal, cisexista y heteronormativo, que nos ha educado en torno a la idea de la heterosexualidad como norma, y por consiguiente como anormal e incluso patológico todo aquello que se diferencie de la norma; y en torno a la idea de una escala jerárquica de valores en la que rige la primacía del varón cis -y todo lo asociado a la masculinidad hegemónica- por sobre otras identidades sexogenéricas.

Esto deriva en una multiplicidad de formas de violencias, discriminaciones y desigualdades basadas en la identidad de género, la expresión de género y/o la orientación sexual, que pueden ser perpetradas por cualquier persona que haya sido socializada en esos márgenes. De allí la complejidad de desandar ese proceso, de lograr una interpelación subjetiva como resultado de un proceso colectivo, que derive en nuevas formas de actuar, de pensar, de sentir y de hacer lazos con la otredad. Este es, ni más ni menos, el desafío para las universidades que han decidido ser parte activa de un cambio que no puede hacerse esperar.

* Coordinadora del Programa Transversal de Políticas de Género y Diversidad de la Secretaría de Bienestar Universitario.

Septiembre 2022 | Edición #107