“La Universidad debe ser un espacio de sentidos plurales y de construcción comunitaria”

En su última editorial del año, el Ing. Jorge Calzoni reflexiona acerca de los desafíos que tiene la educación en el contexto actual, esboza un breve análisis del mismo e invita a propiciar el pensamiento crítico.

Por Ing. Jorge Calzoni | Rector de la Universidad Nacional de Avellaneda

En los últimos años del siglo XX una embestida neoliberal desató en nuestro país y en muchos otros una grave crisis económica, política y social, que puso en cuestión los proyectos políticos orientados a garantizar y ampliar derechos, con especial énfasis en aquellos dirigidos a lo colectivo. La vida parecía orientarse, exclusivamente, a saciar el interés personal.

Esa lógica individualista fue interrumpida por un tiempo diferente que recuperó los sueños colectivos, poniendo en el centro de todos los debates a la igualdad. Nuestra Universidad nació de ese proyecto que consideraba a la educación como un bien público social, un derecho humano y universal y un deber del Estado.

Hoy, que vivimos en otro tiempo cargado de incertidumbres, en un mundo impredecible y en constante cambio, donde vuelven a cuestionarse los procesos de democratización y de ampliación de derechos, nos vemos obligados a reflexionar e interrogarnos para intentar desentrañar la sustancia de estas críticas que de manera directa afectan a las universidades públicas.

¿Será solo una sucesión de casualidades que los principales diarios del país publiquen, sistemáticamente, editoriales que asocian la calidad educativa —con argumentos que oscilan entre la mala fe y el total desconocimiento—con las reglas de la “eficacia” mercantil?

¿Será casualidad que, con base en esa falacia, se propicie un recorte brutal del presupuesto en educación, ciencia, tecnología, cultura y derechos humanos?

¿Será casualidad esta ola de discriminación y xenofobia hacia los extranjeros en línea con las promesas de campaña del hoy presidente electo de EEUU?

¿Será casualidad el drástico empeoramiento de todos los indicadores económicos, sociales y político-institucionales, en perfecta sintonía con un Estado que abandona su rol fundamental?

¿Será casualidad que las políticas que se pusieron en marcha en este 2016 —conforme todos los análisis serios a disposición— beneficien al 10% de la población, a la vez que incrementan la desigualdad con el resto de la sociedad? ¿No será esa la causa por la que tantos estudiantes hayan debido abandonar la cursada por problemas socio-económicos y laborales?

No creemos ni en casualidades ni en conspiraciones. Nuestra obligación es no renunciar a la responsabilidad que nos cabe de propiciar el pensamiento crítico. Por eso, lejos de atribuir el actual escenario a una imposible suma de casualidades, estamos convencidos que se trata de concepciones ideológicas diversas. Hemos pasado de un Estado de raíz igualitaria a uno que pone toda su estructura al servicio de los sectores más concentrados de la economía, disfrazados de “no político”, “no ideológico”, o puramente “técnico”. Que se complementa, además, con medios complacientes y una Justicia que —salvo honrosas excepciones— es rápido despacho de causas cuya usina probatoria está en las redacciones periodísticas afines. Todo ello configura un escenario preocupante.

Pero aún en ese marco, los derechos se ejercen. Ejerzamos el nuestro: pensar y aportar una mirada crítica de nuestra realidad. Tomemos la palabra para abrir un debate productivo y permanente, porque no hay sentidos naturales, prefijados ni eternos. Generemos un sentido común con pluralidad, con diversidad en lugar del pensamiento único que hoy se intenta imponer para clausurar la discusión sobre la realidad.

La Universidad debe ser un espacio de sentidos plurales y de construcción comunitaria desde una conciencia colectiva y de cultura en permanente movimiento, que nos permita seguir fortaleciendo los cimientos de una Universidad de todos, con todos y para todos.