Editorial.
Fuimos, somos y seremos un proyecto colectivo

Por Ing. Jorge Calzoni | Rector de la Universidad Nacional de Avellaneda

Jamás detenemos la reflexión acerca de nuestro recorrido. El modo en que concebimos la relación entre nuestra concepción de la educación y la práctica con la que contribuimos cotidianamente a hacerla cierta, junto con la valoración no contingente respecto del pensamiento crítico, es lo que nos estimula de manera permanente. Nuestra Universidad atravesó su etapa fundacional, de organización y de normalización con solvencia. Nos proponíamos recorrer la etapa de consolidación cuando el cambio de gobierno nacional transformó las condiciones imperantes.

Objetivamente se redujo el presupuesto educativo y, en particular, el universitario. Se desalentó el desarrollo en ciencia, tecnología e innovación hasta que eliminaron el ministerio para reconvertirlo en una secretaría sin financiamiento.

En un ataque sin precedentes, el fiscal federal Guillermo Marijuán denunció a 52 universidades nacionales, para echar sobre todo el sistema un manto de descrédito sin el más mínimo asidero en la realidad. Pretendían, así, no solo enturbiar el prestigio que la universidad pública tiene en la sociedad, sino —y quizá, sobre todo— extirpar el derecho a la educación superior a millones de jóvenes, en especial a quienes se encuentran en los segmentos más vulnerados de nuestra sociedad. En palabras de una ex gobernadora “nadie que nace en la pobreza llega a la universidad”. Es indispensable la memoria: se trató de una extorsión y una persecución política con el fin de disciplinar a las comunidades universitarias.

Y no solo eso. Se discontinuaron programas fundamentales: Conectar-Igualdad, Fines, capacitaciones, becas, voluntariados, construcción de edificios, obras de accesibilidad, edición de libros, etc. Todo ello en el marco de una situación socioeconómica de deterioro de los ingresos de la mayoría de la población, fuerte endeudamiento apalancado en una grosera fuga de divisas; pérdida de empleos, cierre de empresas, de comercios y una enorme descomposición de todos los indicadores socioeconómicos: crecimiento de la pobreza, de la indigencia, de la desocupación, disminución del PBI, caída de reservas y derrumbe de la balanza comercial, sin contar con el deterioro institucional que provocó la persecución política, el espionaje, los paraísos fiscales y los dudosos blanqueos de capitales.

Esta enumeración —para nada exhaustiva— sirve para comprender las dificultades que debimos atravesar, y para valorar que, en ese marco, sostuvimos todos los claustros, incrementamos el ingreso de estudiantes, se completaron todas las cohortes iniciadas, se incorporaron posgrados, se fortaleció la educación a distancia, sostuvimos la escuela técnica (a pesar de no estar financiada en su totalidad), se graduaron estudiantes de prácticamente todas las carreras, se continuó la extensión universitaria, la investigación, el trabajo articulado de los/as no docentes, sin ajustes que afectaran los derechos de nuestros/as trabajadores/as. No cedimos ante la deshonrosa solución de reducir para sobrevivir que nos planteaban desde las oficinas del poder y lo hicimos, además, sin acompañamiento ni provincial ni municipal como sí ocurrió con otras universidades.

Estuvimos en las calles, porque nunca interrumpimos el lazo que nos une con la sociedad profunda, para reclamar por los salarios docentes y no docentes. Trabajamos de manera articulada con los claustros en la construcción de gremios representativos, como parte de un proyecto colectivo de universidad, integrada e inclusiva y, de manera inseparable, como parte de un proyecto de país que honrara nuestro origen y fundación.

Nunca estaremos satisfechos del todo, porque está en nuestro espíritu la mejora continua y una conciencia autocrítica que nos ha guiado desde el primer día. Aun así, nos sentimos orgullosos/as de lo hecho, de lo construido y de lo defendido en condiciones adversas.

La actual Administración Central del Estado, incluso en el inesperado y dramático escenario que se configuró con la confluencia dramática del periodo 2015-2019 y la pandemia, significó una atmósfera distinta, puesto que, no sin esfuerzos, cumplió con el presupuesto aprobado en el Congreso, se reiniciaron obras, programas de becas, incentivos para la retención y acreditación de carreras, programas de apoyo para el sistema de salud en el marco de la pandemia, desarrollos de ciencia, tecnología e innovación para acompañar la emergencia. La universidad pública argentina estuvo a la altura y también nuestra UNDAV, aun cuando debimos sufrir el despojo de un edificio destinado al Departamento de Ciencias Ambientales y Turismo. Tantas cosas que dejaron una huella y que, con toda seguridad, la historia y el tiempo pondrán en su lugar.

La etapa de consolidación atravesó las dificultades sucintamente señaladas. La pospandemia nos interpela para lograrla definitivamente. La puesta en marcha de los nuevos departamentos y el plan estratégico que nos guía —construido colectivamente— sumado a lo hecho y defendido en este tiempo, son la mejor garantía para la universidad nacional, pública, autónoma que estamos construyendo, capaz de resistir a gobiernos coyunturales que la pretenden dependiente o sometida a caprichos personales. Fuimos, somos y seremos un proyecto universitario colectivo dentro de un proyecto de Nación soberano, independiente y justo; lo que queremos para la Patria, lo queremos para la Universidad.



Noviembre 2021 | Edición #99