Ladrillos para construir futuro
Por Ing. Jorge Calzoni | Rector de la Universidad Nacional de Avellaneda
Por estos días se cumplen diez años del comienzo del ciclo lectivo de nuestra Universidad. El tiempo ofrece perspectivas engañosas y, cuando lo hace, puede parecer eterno o una brisa fugaz que se torna inatrapable. Una década puede ser un cúmulo imposible de sintetizar de acontecimientos, de experiencias, de transformaciones (vitales como institucionales), que no alcanzamos a poner al alcance de la historia. O el suspiro de un tiempo que nos tuvo tan concentrados en hacer ciertos nuestros sueños, que la conmemoración se hace sorpresa y emoción, puesto que cada día y todos juntos vuelven a pasar por nuestros corazones. Recuerdo, por ejemplo, la ansiedad y las expectativas de aquellos días intensos, cuando quienes diseñamos esta Universidad que hoy somos, nos encontrábamos frente al día en que el sueño se ponía en marcha.
Quedaban atrás documentos, archivos, conversaciones, discusiones (también, claro), presentaciones, trámites y tantos etcéteras, que hoy parecen tan lejanos y que tanto sudor y lágrimas reclamaron de cada una y de cada uno para concretar aquel día tan deseado de inicio de clases en la flamante Universidad Nacional de Avellaneda.
Como siempre y desde siempre, eran emociones compartidas con docentes, nodocentes, las primeras y los primeros estudiantes que, en muchos casos, son graduadas y graduados que hoy conforman nuestra comunidad universitaria.
En la estela de esta reflexión, vuelve a hacerse presente la inauguración oficial del ciclo lectivo 2011, con la presencia de la entonces Presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, del Gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli y del Ministro del Educación de la Nación, Alberto Sileoni, entre otros y otras funcionarios y funcionarias de todos los niveles de la administración estatal, que nos acompañaron en aquella jornada inolvidable.
La primera etapa de nuestra vida institucional se desarrolló enteramente en la sede de la calle España. Allí había funcionado el Mercado de Frutas y Verduras, en el que tantos trabajadores eran acompañados, para la dura tarea cotidiana, por sus hijos. Changarines de cuero curtido que —en no pocos casos— pudieron iniciar, en el marco de una década virtuosa, sus estudios universitarios en las mismas cuadras de su barrio de siempre, para convertirse en la primera generación de sus familias en acceder a la educación superior.
Ese y otros barrios, que se sumaron mientras la Universidad no dejaba de crecer, cambiaban su configuración, se llenaban de estudiantes que iban y venían a toda hora desde los distintos rincones de Avellaneda y alrededores: circulación constante de vehículos, apertura de nuevos negocios, los vecinos y las vecinas que se acercaban y participaban de las distintas actividades que se desarrollaban en el Salón del Bicentenario y en los diferentes espacios del edificio.
Tantas y tantos intelectuales, artistas, personalidades vinculadas al deporte, a la ciencia, a la política, a los gremios y, por supuesto, a universidades de diferentes geografías nos visitaron en todos estos años y contribuyeron a nuestro crecimiento. Tenemos un acervo inconmensurable de testimonios que lo acreditan. Y el pesar profundo porque nos cerraron espacios que aun hoy —pandemia mediante— el barrio y sus habitantes extrañan, puesto que se habían convertido en parte de sus vidas cotidianas, cuando podían acceder, sin limitación alguna, a infinidad de actividades, que hoy tenemos que “apretar” en nuestro salón “Héroes de Malvinas”.
En cada Colación de Grado, los recuerdos nutren la memoria y nos convocan a la reflexión crítica, para corregir lo que es necesario corregir y para pensar nuevas y mejores estrategias. Cada diploma es un granito de arena en la construcción de una sociedad más equitativa, un ladrillo para la gran casa de todos y no un muro para separarnos.
Pensar en tantos y tantas jóvenes me ha empujado a los años de mi juventud, cuando Pink Floyd, con una magnífica obra conceptual (The Wall) colocaba en el centro la temática del muro y su vínculo con la educación. Más de cuatro décadas después, Donald Trump basó su campaña política en la construcción de un muro con México. Un Municipio del Norte del conurbano bonaerense construyó un muro para separar una nutrida “Villa”, de barrios más consolidados. Los ladrillos y sus usos posibles.
Nosotros y nosotras tenemos la firme convicción de que deben servir para la construcción de la casa común como plantea el Papa Francisco, no para que nos dividan.
¿Qué otra cosa es, si no, la Educación?
Mayo 2021 | Edición #93